Tres años de lactancia, lo mejor

Tres años de lactancia, lo mejor
NOTICIA de Javi Navarro
03.04.2019 - 13:38h    Actualizado 08.04.2024 - 11:17h

¿Duránte cuánto tiempo hay que mantener la lactancia en los bebés? Los niños y adolescentes que han recibido una lactancia prolongada tienen un 6 % menos de riesgo cardiovascular, lo que lo convierte en un factor más importante que la obesidad en el control de la salud cardiovascular. Así lo indican dos nuevos estudios liderados por Idoia Labayen, profesora de nutrición en la Facultad de Farmacia en la UPV/eHU. La OMS y UNICEF recomiendan que la lactancia materna se mantenga de forma parcial durante los tres primeros años de vida del niño.


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Cuánto tiempo hay que dar la lactancia

Un estudio en el que han colaborado la UPV/eHU y el Instituto Karolinska de Estocolmo (Suecia) destaca que una prolongada lactancia materna reduce el riesgo cardiovascular en niños y adolescentes. La investigación, que se ha realizado sobre niños y adolescentes suecos y estonios, concluye que al crecer los niños que han recibido al menos tres meses de lactancia materna exclusiva presentan mejoras evidentes en su salud cardiovascular respecto a los que han sido alimentados principalmente con biberón.

Los resultados de estos trabajos, publicados en la edición de enero de la revistas American Journal of Clinical Nutrition, la más importante del mundo en el campo de la nutrición, y en Archives of Pediatrics and Adolescent Medicine y en los que también han participado Jonatan Ruiz y Francisco Ortega de la Universidad de Granada y Helle Loit, Jaanus Harro, Inga Villa, Toomas Veidebaum y Michael Sjostrom del Instituto Karolinska, revelan que los niños lactantes presentan mejores valores en capacidad aeróbica, niveles de colesterol, inflamación o presión sistólica.

Seguimiento a más de mil niños

Para la realización de las distintas pruebas, la investigación ha contado con la colaboración de personal médico sueco y estonio que ha realizado exámenes de salud a 1.025 niños de 9 y 10 años, y 971 adolescentes de 15 y 16 años en sus respectivos países. De forma previa al estudio, se les preguntaba a las madres si sus hijos habían sido exclusivamente alimentados mediante lactancia materna y, de haberlo hecho, durante cuánto tiempo.

En las pruebas, además de tomar ciertas medidas como talla o peso, se realizaron análisis de sangre en los que se detectaron los valores de inflamación o el fibrinógeno, cuya presencia se relaciona con una mayor coagulación de la sangre lo que aumenta el riesgo de arterosclerosis, y además de estos análisis, se midió la capacidad aeróbica de los participantes mediante pruebas de esfuerzo.

Primera investigación

Esta es la primera investigación en la que todos estos factores han podido ser tenidos en cuenta, en parte por el alto coste económico que supone su evaluación, y también, porque como sucede en el caso de la capacidad aeróbica máxima, éste ha sido un factor de riesgo cardiovascular desconocido hasta hace poco. En la actualidad, distintos trabajos han demostrado que la capacidad aérobica máxima es un marcador de salud cardiovascular, y uno de los mejores predictores de mortalidad en individuos de todas las edades.

A falta de estudios posteriores sobre periodos de lactancia más largos que lo confirmen, la investigación en la que ha participado Labayen indica que los beneficios máximos de la lactancia materna se alcanzan a los tres meses, puesto que no se aprecian diferencias significativas entre el tercer y sexto mes. A partir del sexto mes además, los niños ya no se alimentan exclusivamente de leche, sino que empiezan a diversificar su alimentación. No obstante, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) recomiendan que la lactancia materna se mantenga de forma parcial durante los tres primeros años de vida del niño.

Las mujeres con más estudios alargan más la lactancia de sus hijos

“La lactancia materna, casi imprescindible para la supervivencia infantil hace no muchos años, ha variado durante la segunda mitad del siglo XX debido, principalmente, a la aparición de la lactancia artificial”, explica Juan Ramón Ordoñana, investigador de la Universidad de Murcia y autor principal de un estudio publicado en el Journal of Human Lactation, donsw aw analiza cómo han evolucionado las tasas de lactancia materna en la Región de Murcia y, por extensión en España, en las últimas décadas, si se comportaban igual las mujeres que tenían hijos en los años 60′ que las que lo hacían en los 80′ o en los 90′.

La duración media de la lactancia materna ha cambiado a lo largo del periodo estudiado. “Encontramos una gráfica con forma de U”, afirma Ordoñana. “Las duraciones de lactancia materna más altas se encontraron a principios de los 60′ (61,3 % más de seis meses) y a finales de los 90′ (29 % para la misma duración) y las más bajas, en la década de los 70′ y 80′ (14,4 % y 19,2 %, respectivamente)”.

Un bebé toma el pecho de su madre.Los autores estudiaron a 666 mujeres que habían sido madres por primera vez desde principios de los 60′ hasta finales del siglo pasado. Además, de recoger información sobre la alimentación de sus hijos, los expertos tomaron datos sociodemográficos, fundamentalmente el nivel de estudios que habían alcanzado.

“El efecto de un mayor nivel educativo sobre la duración de la lactancia no es siempre el mismo y depende del contexto social en que se produce”, subraya Ordoñana.

Relación con los cambios sociales y su impacto en las mujeres

Así, las mujeres con un nivel de estudios medio o superior disminuyeron la duración de la lactancia de forma drástica al inicio de los 70′ y sus tasas se equipararon al de mujeres con menos estudios en las décadas de los 70′ y 80′. Sin embargo, posteriormente presentaron una tendencia firme al aumento (del 3,4 % anual) que se mantuvo hasta el final de siglo.

Los autores explican estos resultados en la mayor facilidad de las mujeres con mayor nivel de estudios para asimilar los mensajes del personal sanitario acerca de los beneficios de la lactancia materna. “También es probable que las condiciones de sus trabajos, su nivel económico y su mayor acceso a servicios sanitarios facilitaran el mantenimiento de la lactancia materna si lo deseaban”, recalcan.

La importancia de los cambios sociales

La investigación relaciona estos resultados con los cambios sociales ocurridos y su impacto en las mujeres. Por ejemplo, se ha pasado de una estructura familiar amplia, donde convivían las mujeres de varias generaciones y se apoyaban unas a otras en el “arte de lactar”, a una familia nuclear, donde la mujer cuenta cada vez más con el apoyo emocional e instrumental de su pareja, pero no tanto con el de otras mujeres.

Igualmente, los expertos asocian esta evolución con la incorporación progresiva de las mujeres al mundo laboral, el movimiento hacia la recuperación de lo natural que apareció a finales de los 90′, la ampliación del permiso de maternidad y un amplio número de factores socioculturales que han influido en el comportamiento de las mujeres ante la llegada de sus bebés.

Además, las recomendaciones del personal sanitario en torno a la alimentación de los recién nacidos han oscilado desde la lactancia artificial durante los años 70′ y 80′, al posterior fomento de la lactancia materna, debido a los beneficios para la salud que se descubrían y a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud de prolongarla hasta los seis meses como mínimo.

La lactancia materna ahorra 600 euros al año

La Confederación de Consumidores y Usuarios (CECU) apoya la promoción de la lactancia materna como la mejor forma de alimentar a los más pequeños. Un acto que beneficia tanto a la madre como a su hijo y que es además económico y ecológico. La lactancia es también un acto económico, ahorra alrededor de 600 euros al año a cada familia, y ecológico, pues no necesita fabricarse, ni envasarse, ni transportarse. Durante la primera semana de agosto se celebra la Semana Mundial de la Lactancia Materna.

Lactancia materna

Esta celebración trata de promover entre los ciudadanos una mayor sensibilidad hacia la lactancia, protegiéndola y apoyándola como una de las mejores inversiones en salud para la población. CECU se suma a esta iniciativa, incidiendo en que la lactancia materna beneficia tanto a los pequeños, protegiéndoles de catarros y gripes (algo importante de cara a la posible incidencia de Gripe A en el invierno), bronquiolitis, neumonías, infecciones e, incluso, muerte súbita del lactante, como a las madres, haciéndolas menos propensas a anemias, hipertensión, depresión posparto, osteoporosis o algunos tipos de cáncer de mama u ovario.

Lo mejor, de la leche materna

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la lactancia materna como la ingesta de leche materna, lo que excluye el consumo de cualquier otro alimento que no sea el que se deriva del pecho materno. Recomienda que los niños sean alimentados así hasta el sexto mes de vida. Aunque, si por el motivo que sea, no puedes darle el pecho a tu bebé, aquí puedes encontrar alternativas para alimentarle como con la leche de iniciación para lactantes.

Las revisiones de diversos estudios sugieren que la lactancia materna se asocia con una menor prevalencia de sobrepeso y de obesidad y que esta asociación, era más importante en aquellos con una lactancia más prolongada.

La leche materna parece conferir protección inmunológica frente a muchas enfermedades tales como catarros, bronquiolitis, neumonía, diarreas, otitis, meningitis, infecciones de orina, enterocolitis necrotizante o síndrome de muerte súbita del lactante. Y también la leche materna le protege de enfermedades futuras como alergias, asma, obesidad, enfermedades inmunitarias como la diabetes, la enfermedad de Crohn o la colitis ulcerosa y arterioesclerosis o infarto de miocardio en la edad adulta.

Además, se asocia con tasas más bajas de hospitalización. Existen bases científicas suficientes que demuestran que la lactancia materna es beneficiosa para el niño, para la madre y para la sociedad, en todos los países del mundo.

La leche materna es el mejor alimento que una madre puede ofrecer a su hijo recién nacido. No solo considerando su composición sino también en el aspecto emocional, el vínculo afectivo que se establece entre una madre y su bebé amamantado constituye una experiencia especial y singular.

Los beneficios de la lactancia materna también se extienden a la madre. Las mujeres que amamantan pierden el peso ganado durante el embarazo más rápidamente y es más difícil que padezcan anemia tras el parto, también tienen menos riesgo de hipertensión y depresión postparto. La osteoporosis y los cánceres de mama y de ovario son menos frecuentes en aquellas mujeres que amamantaron a sus hijos.

Un trabajo duro o estresante puede interferir con la lactancia materna, de modo que resulta muy beneficiosa cualquier ayuda que pueda ofrecerse a la madre para descargarla de otro tipo de tareas, bien por parte del padre u otros miembros de la familia. La ayuda, el apoyo y la comprensión del padre y de otros familiares (abuela, hermanas, amigas) son elementos esenciales para el buen desarrollo de la lactancia.

La leche materna nos fortalece

Dar el pecho a los recién nacidos está lleno de ventajas a corto y largo plazo para los infantes. Ahora, un estudio confirma nuevos efectos beneficiosos, hasta ahora no explorados. Los adolescentes que recibieron lactancia materna al nacer presentan más fuerza muscular en las piernas que los que recibieron lactancia artificial.

“Nuestro objetivo fue analizar la relación entre la duración de la lactancia materna recibida en edad infantil y su nivel de condición física durante la adolescencia”, explica Enrique García Artero, autor principal del estudio e investigador de la Universidad de Granada. “Los resultados sugieren nuevos efectos beneficiosos y apoyan su uso por encima de cualquier otra forma de alimentación”.

Los autores preguntaron a los padres y madres de 2.567 adolescentes sobre el tipo de alimentación que recibieron sus hijos al nacer, y cuánto duró esta. Los adolescentes también llevaron a cabo diversas pruebas de condición física para evaluar -entre otras- su capacidad aeróbica y su fuerza muscular.

El trabajo, publicado en el Journal of Nutrition, muestra que los adolescentes que recibieron lactancia materna de recién nacidos presentan más fuerza muscular en las piernas que aquellos que no tomaron leche de la madre. Además, entre los bebés que sí la recibieron, la fuerza muscular de las piernas fue mayor en aquellos cuya lactancia materna duró más tiempo.

Este tipo de lactancia (ya sea de manera exclusiva o combinada con otros alimentos) se asoció con un mayor rendimiento en la prueba de salto horizontal en niños y niñas, independientemente de factores morfológicos, como la masa grasa, la altura del adolescente o la cantidad de músculo.

En los adolescentes que fueron amamantados de tres a cinco meses, o durante más de seis meses, el riesgo de presentar un bajo rendimiento en la prueba de salto se redujo a la mitad al compararlo con aquellos que nunca fueron amamantados.

“No hay estudios que hayan examinado hasta ahora la asociación entre la lactancia materna y la aptitud muscular en el futuro”, subraya García Artero. “Sin embargo, nuestros resultados concuerdan con lo observado al analizar otros factores perinatales, puesto que el peso al nacer se relaciona positivamente con una mejor condición muscular durante la adolescencia”, recalca el investigador.

¿Cuál es la importancia de la lactancia materna?

“Si todos los niños y niñas fueran alimentados exclusivamente con lactancia desde el nacimiento, sería posible salvar cada año aproximadamente 1,5 millones de vidas”. Así lo indica el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, por sus siglas en inglés), que afirma que la leche materna es el “alimento perfecto” durante los primeros seis meses de vida de forma exclusiva y hasta los dos años de forma complementaria.

Para el recién nacido, las ventajas en los primeros años de vida incluyen la protección inmunológica frente a alergias, enfermedades de la piel, obesidad o diabetes, así como la garantía de crecimiento, desarrollo e inteligencia del bebé.

Los beneficios tampoco son pocos para la mujer: disminuye la hemorragia posparto, la anemia, la mortalidad materna, y el riesgo de cáncer de mama o de ovarios, y fortalece el vínculo afectivo entre madre e hijo. “Por no hablar del dinero que se ahorra al no comprar otras leches o biberones”, concluye García Artero.

Dar de mamar a los hijos en el trabajo es bueno para madre, bebé y empresas

Permitir que las mujeres amamanten en el trabajo a sus hijos es bueno tanto para las madres como para sus niños, pero también para los empleadores, según destaca la Organización Internacional del Trabajo (OIT) tras celebrarse la semana mundial de la lactancia materna (1-7 de agosto) en más de 170 países con el fin de fomentar la práctica y mejorar la salud de los bebés. La OIT se unió a las celebraciones con un llamado a favor de que las mujeres puedan amamantar a sus hijos en el lugar de trabajo.

“El derecho a seguir amamantando – cuando se regresa al trabajo después del permiso de maternidad – es importante para la salud de la madre y sobre todo para la de su hijo”, ha declarado Manuela Tomei, directora del Departamento de la Protección de los trabajadores de la OIT.

La lactancia materna es la mejor manera de proporcionar a los recién nacidos las sustancias nutritivas que necesitan, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), que recomienda la lactancia materna exclusiva hasta que el bebé cumple los seis meses, y la continuación del amamantamiento, con la introducción de alimentos complementarios, hasta los dos años.

“Los empleadores que otorgan a las madres el tiempo para dar el pecho, y destinan un espacio para tal propósito con las condiciones higiénicas adecuadas se benefician en términos de aumento de la productividad debido a una disminución del ausentismo por licencia parental (gracias a la buena salud de los bebés), una tasa más alta de regreso al trabajo y una mejor moral de los empleados”, señaló Tomei.

Un informe publicado por la OIT en 2010, titulado “La maternidad en el trabajo: Examen de la legislación nacional”, indica que la legislación en al menos 92 países establece pausas para dar el pecho a los lactantes, además de las interrupciones regulares, para las madres en período de lactancia. El tiempo concedido es de por lo menos una hora, generalmente distribuido en dos pausas de treinta minutos cada una.

Pero muchas madres aún tienen que decidir entre regresar al trabajo y abandonar la lactancia o asumir el riesgo de perder el empleo.

Hasta la fecha, 25 países han ratificado el Convenio de la OIT sobre la protección de la maternidad (núm. 183), el cual establece, entre otras disposiciones, al menos una pausa al día para la lactancia o una reducción de las horas de trabajo para permitir el amamantamiento.

El apoyo del lugar de trabajo a las mujeres que amamantan ha sido una disposición fundamental de la protección de la maternidad a partir del primer Convenio sobre la protección de la maternidad (núm. 3) en 1919.

El Convenio núm. 183, adoptado por la conferencia anual de la OIT en 2000, vincula legalmente a los países que lo han ratificado. La OIT adoptó además una ratificación que establece que, en la medida de lo posible, deberían ponerse a disposición estructuras para la lactancia materna en el lugar de trabajo o cerca del mismo.

“La mujer tiene derecho a una o varias interrupciones por día o a una reducción diaria del tiempo de trabajo para la lactancia de su hijo”. (Convenio núm. 183 de la OIT, 2000, artículo 10)

“El período en que se autorizan las interrupciones para la lactancia o la reducción diaria del tiempo de trabajo, el número y la duración de esas interrupciones y las modalidades relativas a la reducción diaria del tiempo de trabajo serán fijados por la legislación y la práctica nacionales. Estas interrupciones o la reducción diaria del tiempo de trabajo deben contabilizarse como tiempo de trabajo y remunerarse en consecuencia”.

(Convenio núm. 183 de la OIT, 2000, artículo 10)

“Cuando sea posible, y con el acuerdo del empleador y de la mujer interesada, las interrupciones diarias para la lactancia deberían poder ser agrupadas en un solo lapso de tiempo para permitir una reducción de las horas de trabajo, al comienzo o al final de la jornada”. (Recomendación núm. 191 de la OIT, 2000, párrafo 8)

“Cuando sea posible, deberían adoptarse disposiciones para establecer instalaciones que permitan la lactancia en condiciones de higiene adecuadas en el lugar de trabajo o cerca del mismo”. (Recomendación núm. 191 de la OIT, 2000, párrafo 9)

Las mujeres que dan el pecho más de 6 meses a sus hijos tienen menor riesgo de cáncer de mama

Un estudio realizado en la Universidad de Granada demuestra que el riesgo de sufrir un cáncer de mama disminuye a un ritmo del 4,3 % por cada año que una mujer amamanta a sus hijos. Para llegar a esta conclusión, sus autores trabajaron con una muestra formada por 504 mujeres de entre 19 y 70 años de edad, diagnosticadas y tratadas de cáncer de mama en el Hospital Universitario “San Cecilio” de Granada.

Investigadores de la Universidad de Granada, liderados por la catedrática del departamento de Enfermería María José Aguilar Cordero, han descubierto que la lactancia materna es un método eficaz para prevenir el cáncer de mama. Su trabajo ha revelado una correlación significativa entre la edad de diagnóstico del cáncer, el tiempo de lactancia materna, y la existencia de antecedentes familiares y personales de cáncer, y demuestra que no existe relación entre la edad media de diagnóstico del cáncer y el hecho de haber tenido o no descendencia, en contra de lo que muchas personas piensan.

Muestra formada por 504 mujeres

Para llevar a cabo este trabajo, los investigadores trabajaron con una muestra formada por 504 mujeres de entre 19 y 70 años de edad, diagnosticadas y tratadas de cáncer de mama en el Hospital Universitario “San Cecilio” de Granada entre los años 2003 a 2008. A todas ellas les practicaron una recogida de datos retrospectiva a partir de las historias clínicas, en torno a las cuales se obtuvieron datos como la edad de diagnóstico, el tiempo de lactancia y la existencia o no de antecedentes familiares de cáncer.

Se efectuó un análisis descriptivo de las mujeres que habían tenido hijos, frente a aquellas otras que no. El análisis de los datos muestra cómo del total de la muestra (504), únicamente 135 mujeres no habían tenido descendencia. Por el contrario, 369 mujeres habían tenido al menos un hijo.

En relación con el factor de riesgo paridad, no se encontraron diferencias estadísticamente significativas entre la edad media de diagnóstico del cáncer y el hecho de haber tenido o no descendencia.

Respecto del conjunto total de mujeres que habían tenido descendencia, éstas fueron reagrupadas en tres subgrupos en función de la duración media del período de lactancia. Además, se distinguió entre las que presentaban antecedentes familiares directos de cáncer de mama, frente a aquellas otras que no los tenían. El primer grupo estaba compuesto por mujeres que no habían amamantado a sus hijos. El segundo, estaba compuesto por mujeres que dieron el pecho por un período máximo de tres meses. Un tercer grupo estaba formado por aquellas mujeres que dieron lactancia materna por un período comprendido entre tres y seis meses. Finalmente, un cuarto grupo compuesto por aquellas mujeres que habían amamantado a sus hijos por períodos de tiempo superiores a seis meses.

No existe consenso científico

Los científicos de la UGR destacan que en la actualidad no existe consenso entre los investigadores acerca del papel protector del embarazo y la lactancia frente al desarrollo del cáncer de mama en la mujer. “No obstante -refiere Mª José Aguilar Cordero- es evidente que ambos procesos influyen positivamente en la diferenciación del epitelio mamario, y en la reducción de los niveles de ciertas hormonas como los estrógenos, cuyos efectos se relacionan con el cáncer de mama”.

Los autores de este trabajo creen que, basándose en sus resultados, y en alusión a lo descrito por otros autores, la incidencia de cáncer de mama en los países desarrollados podría reducirse en más del 50 % entre aquellas mujeres con descendencia si éstas proporcionasen más lactancia al pecho y por mayores períodos de tiempo a sus hijos. Más concretamente, si las mujeres amamantaran a sus hijos durante más de seis meses (algo que tiempo atrás solía ser lo normal), la incidencia de cáncer de mama descendería del 6,3 % al 2,7 %.

En consecuencia, “la tendencia moderna a no amamantar parece ser un factor crucial para el reciente incremento de los tumores de mama”, destaca la catedrática de la UGR. Los resultados de este trabajo han sido publicados en la revista internacional denominada Nutrición Hospitalaria.

Alargar la lactancia puede evitar futuros casos de obesidad infantil

Alrededor del 70 % de las madres españolas opta por dar el pecho al inicio de la maternidad, aunque menos del 20 por ciento lo mantiene hasta los seis meses, una cifra muy alejada de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que sugieren que se amamante como mínimo medio año. Varios estudios han demostrado que la lactancia condiciona una reducción del riesgo relativo de enfermedades cardiovasculares, diabetes, leucemia e incluso la obesidad. En cifras, el mantenimiento de la lactancia durante los dos años logra reducir el riesgo de obesidad en casi un 25 %, en un 50 % el riesgo de padecer otitis media aguda, la gastroenteritis, en un 64 % de los casos y el asma infantil en uno de cada cuatro casos.

Con motivo de la Semana Internacional de la Lactancia Materna, que se está celebrando, al doctora Marta Díaz, coordinadora del Comité de Lactancia de la Asociación Española de Pediatría (AEP) insiste en la importancia de la lactancia materna, puesto que, “además de ser beneficioso para el niño y la madre, es un factor preventivo de enfermedades como la diabetes o la obesidad”, asegura.

También tiene un impacto positivo en el desarrollo intelectual. Según la doctora Marta Díaz, “los niños amamantados tienen mejor desarrollo psicomotor y social durante el primer año de vida y obtienen mayores puntuaciones en los tests cognitivos y de coeficiente intelectual en la etapa escolar”.

Según las recomendaciones de la OMS, lo ideal es que el niño reciba leche materna hasta los dos años de edad, un plazo que, sin embargo, “aún es complicado de cumplir en la mayoría de países desarrollados, aunque poco a poco comience a normalizarse”, según señala la doctora Díaz. Los expertos insisten en que durante los seis primeros años de vida la leche materna cubre todas las necesidades del niño sano y, posteriormente, la lactancia puede mantenerse hasta los 24 meses introduciendo en la dieta alimentos complementarios. “Existen evidencias de los inconvenientes de un destete precoz, pero no se han descrito inconvenientes de la lactancia prolongada. Al contrario, muchos de los beneficios de la lactancia materna sobre la salud del niño y de la madre son tanto más reales cuanto más prolongada es la lactancia, puesto que hay una relación dosis-respuesta”, argumenta la coordinadora del Comité de Lactancia.

Cuestión social
En la sociedad actual, el estilo de vida, el papel de la mujer en el mundo laboral y la escasez de medidas gubernamentales que concilien de la vida laborar y personal influyen en que sólo una de cada cuatro madres pueda dar el pecho a su hijo tras la baja maternal. “Existen múltiples factores que hacen que las madres se vean obligadas a interrumpir la lactancia antes del tiempo recomendado, un hecho que no sucede en los países del norte de Europa, donde promueven políticas sociales que extienden la baja maternal y fomentan la lactancia”, comenta la doctora Díaz.

700 bacterias en la leche materna

La leche materna contiene más de 700 bacterias. Investigadores españoles han trazado el mapa de la microbiota bacteriana en la leche materna, el principal alimento de los recién nacidos. Este estudio revela una mayor diversidad microbiana de la inicialmente pensada: algo más de 700 especies. Así, la leche que un bebé toma de su madre es uno de los factores que determina cómo será la flora bacteriana que se desarrolle en el recién nacido. Sin embargo, su composición, así como el papel biológico de estas bacterias en el niño, siguen sin conocerse.

Ahora, un grupo de investigadores españoles ha utilizado una técnica basada en la secuenciación masiva de ADN para identificar el conjunto de bacterias –llamado microbioma– que contiene la leche materna. Gracias a este estudio, se pueden determinar las variables perinatales y postnatales que influyen en la riqueza microbiana de la leche.

En unas muestras de calostro, el líquido que secretan las mamas los días que suceden al parto, han encontrado más de 700 especies de estos microorganismos, más de los que inicialmente esperaban los expertos. Los resultados se publican en el American Journal of Clinical Nutrition.

Calostros y leche madura
“Es uno de los primeros trabajos en describir esta diversidad mediante la técnica de pirosecuenciación –una tecnología de determinación de secuencia de ADN a gran escala– en muestras de calostro, por un lado; y de leche madura, por otro, que fue recogida después de uno y seis meses de lactancia materna”, explican los coautores, María Carmen Collado, investigadora del Instituto de Agroquímica y Tecnología de los Alimentos (IATA-cSIC) y Alex Mira, investigador del Centro Superior de Investigación en Salud Pública (CSISP-gVA).

Los géneros bacterianos más presentes en las muestras de calostro se corresponden con las bacterias Weissella, Leuconostoc, Staphylococcus, Streptococcus y Lactococcus, mientras que en las correspondientes al fluido que se desarrolla entre el primer y el sexto mes de lactancia se observó la aparición de bacterias típicas de la cavidad bucal como Veillonella, Leptotrichia y Prevotella.

“Todavía no se ha podido determinar si estas bacterias colonizan la boca del bebé o si las bacterias de la boca del lactante entran en la leche materna cambiando su composición”, apuntan los autores.

Más peso de la madre, menos bacterias
El estudio revela, además, que la leche de las mujeres con sobrepeso y de las que ganan más kilos de los recomendados durante el embarazo contiene menor diversidad de especies.

El tipo de parto también afecta al microbioma de la leche materna: la producida por las madres sometidas a cesáreas programadas es diferente y más pobre en microorganismos que la de las mujeres con parto vaginal. Sin embargo, cuando la cesárea es no programada (intraparto), la composición de la leche resulta ser muy similar a la de las madres con partos vaginales.

Estos resultados sugieren que el estado hormonal de la madre ante el parto también desempeña un papel: “La falta de señales de estrés fisiólogico, así como de las señales hormonales propias del trabajo de parto, podrían influir en la composición y diversidad microbiana de la leche materna”, afirman los autores.

Una ayuda para la industria alimentaria
Dado que las bacterias presentes en la leche materna representan una de los primeros contactos con los microorganismos que colonizan el sistema digestivo del bebé, los investigadores están trabajando ahora en determinar si su papel es metabólico –ayuda al lactante a digerir la leche– o inmunitario –ayuda a distinguir los organismos beneficiosos de los extraños–.

Para los autores, los resultados abrirán nuevas vías para diseñar estrategias de alimentación infantil que mejoren la salud del bebé. “Si las bacterias de la leche materna descubiertas en este trabajo fueran importantes para el desarrollo del sistema inmune, su adición a la leche de fórmula podría disminuir el riesgo de alergias, asma o enfermedades autoinmunes”, concluyen.



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