Torremolinos inventó el turismo hace cien años
Cuando se cumple casi exactamente un siglo desde que la ciudad inició su actividad turística, se reconoce que esta villa protagonista de la Costa del Sol es una de las tres que mayor ocupación registra en invierno y la única, junto con Benidorm, que supera el millón de visitantes en el año.
Por ENRIQUE SANCHO Dicen las viejas crónicas que en los primeros años del siglo pasado, hacia 1907 o 1908, ahora hace un siglo, nacía en Torremolinos el que sería el primer alojamiento turístico en la Costa del Sol y, sin duda, uno de los primeros españoles dedicados a este uso. Así comenzaba a desarrollarse un destino que, cien años más tarde, es uno de los más codiciados por los viajeros de medio mundo.
Por entonces esta tierra poblada de torres y molinos, obras de árabes y nazaríes, era apenas un villorrio con poco más de 300 habitantes. Un visitante extranjero, Sir George Langworthy, y su esposa, Anne Margaret supieron apreciar los atractivos del lugar y su futuro potencial y compraron, en los últimos años del XIX, el Castillo de Santa Clara, que primero fue fortaleza y en aquellas fechas cuartel de carabineros, y emprenden su transformación en residencia, dotándola de espléndidos jardines. Hacia 1907 algunos de sus amigos en la vieja Inglaterra vinieron a visitarles y a disfrutar del magnífico clima de la zona y de sus atractivos. Eran los primeros turistas.
Aquel turismo precursor, sin embargo, llegaba a España con más de cincuenta años de retraso. A mediados del siglo XIX se había iniciado el turismo de montaña y salud en Centroeuropa, se ponían de moda las playas frías como la Costa Azul o el Canal de la Mancha, Thomas Cook hacía, en 1841, el primer viaje organizado de la historia y creaba diez años más tarde la primera agencia de viajes del mundo “Thomas Cook and son”. En 1867 se inventaba el voucher, y poco después Henry Wells y William Fargo creaban la agencia de viajes “American Express” e inventaban el travel-check. Por su parte, Cesar Ritz, considerado padre de la hostelería moderna, realizó mejoras revolucionarias en los servicios del hotel, creó la figura del sumiller, introdujo el cuarto de baño en las habitaciones, revolucionó la administración…
Y aún habrían de pasar otros cincuenta años para que pudiera hablarse con propiedad de turismo en España. Entre 1950 y 1973 el turismo internacional crece a un ritmo superior de lo que lo había hecho en toda la historia y España se engancha al tirón. Este desarrollo es consecuencia del nuevo orden internacional, la estabilidad social y el desarrollo de la cultura del ocio en el mundo occidental.
Nombres señeros de la historia de Torremolinos comienzan a dar un nuevo aire a la villa: el Parador de Montemar, el hotel La Roca, la sala de fiestas El Remo, el hotel Los Nidos, el Pez Espada el primero de lujo… Las playas también comienzan a cambiar su fisonomía y a perder su estado natural para dejar huecos a las primeras sombrillas y hamacas. Carihuela Palace, Tropicana, Tres Carabelas, Nautilus, Jorge V, El Panorama, Torremora… concentran la actividad del día, mientras El Papagayo, El Piyayo o El Jaleo se hacen dueños de la noche. Los rostros más famosos de la época se dejan ver por lo que entonces es un destino internacional en auge: la actriz Ava Gadner, la emperatriz Soraya, el director Orson Wells, los actores Raf Vallote y Boris Karloff o el cantante Frank Sinatra. Torremolinos inspira también a los escritores: Michener da a luz a sus “Hijos de Torremolinos”, Juan Goytisolo termina “La Isla”, Fernando Sánchez Dragó “El Dorado”, Souvirón “Cristo en Torremolinos”, el bohemio Coco Blanco “Torremolinos, l.955”, y Ángel Palomino “Torremolinos Gran Hotel”.
Una apuesta de futuro
El desarrollo acelerado e incontrolado que afectó a España en las décadas siguientes no dejó inmune a Torremolinos que siempre ha defendido ser un destino popular y familiar, favorecido por su extenso litoral y la suavidad de su clima. Hoteles y apartamentos se concentran en sus amplias playas de El Bajondillo, La Carihuela, Los Álamos o Playamar. Estas playas fueron de las primeras en afrontar hace ya tiempo un plan de saneamiento integral, dotando de servicios adecuados a sus muchos chiringuitos y cuidando la limpieza de las aguas y la arena, la seguridad, la asistencia médica, la comodidad y la accesibilidad. Todo este continuado esfuerzo, se ve reconocido año tras año por la Unión Europea con la concesión del riguroso distintivo de la Bandera Azul. Así hoy resulta un placer recorrer su Paseo Marítimo con siete kilómetros de longitud, salpicado de restaurantes y bares en los que saborear los deliciosos pescaítos.
Pero a pesar del gran desarrollo urbanístico experimentado, Torremolinos ha sabido preservar el ambiente marinero en las calles de sus barriadas más tradicionales: El Calvario, El Bajondillo y La Carihuela. En la parte histórica de la ciudad se alza la iglesia parroquial de Nuestra Señora del Carmen, y algunas bellas muestras de arquitectura nobiliaria, entre las que destaca la Casa de los Navaja, construida en el siglo XIX. Pero el símbolo máximo del patrimonio de la villa es la Torre de Pimentel o de los Molinos, de origen defensivo y que dio nombre a la ciudad.
Otro símbolo bien distinto es su peatonal calle San Miguel, conocida como “calle de Europa”, visita obligada de cuantos turistas pasan por este centro de ocio y descanso. Comercios y tiendas de todo tipo ofrecen al visitante desde los productos típicos del municipio, y los conocidos “souvenirs” a las marcas más sofisticadas. Y mientras se va de compras o se toma algo en una de sus muchas terrazas, puede apreciarse el trabajo de músicos, pintores y artesanos que exponen su obra a los paseantes.
Cuando cae la noche, Torremolinos cobra nueva vida. Es el momento de elegir entre su abundante oferta de gastronomía internacional, con más de 250 restaurantes donde no faltan las cocinas italianas, alemanas, nórdicas, indonesias, chinas o japonesas, o apuntarse a redescubrir la los placeres de la zona, donde además de los reconocidos pescaítos fritos, cuya denominación de origen fue acuñada en la Carihuela en 1960, pueden disfrutarse coquinas, paellas, sopas de marisco, pescados a la sal, espetes de sardina, ensalada de pimientos asados, adobo…
Otros tipos de turismo
Aunque, evidentemente, el turismo de descanso, familiar, de sol y playa son los más frecuentes en Torremolinos, no se consigue situarse entre los primeros municipios turísticos españoles y en el único, junto con Benidorm, que supera 1.250.000 visitantes en un año, sin una oferta diversificada, que atraiga gente de todo tipo. Por eso se han potenciado las posibilidades para el turismo deportivo, especialmente de golf, o el de naturaleza, que puede practicarse en la zona de Los Pinares, gran “pulmón verde” del municipio, en el que abundan los pinos, algarrobos y encinas, hay manantiales, fuentes, una gran zona de recreo donde practicar diversos deportes al aire libre y tres rutas principales de senderismo. También se está finalizando la construcción del complejo “Cañada del Lobo” en la sierra, que consta de un Aula de Naturaleza con especies autóctonas y material educativo, un Refugio Albergue y una torre de vigilancia.
Mención aparte merece el turismo de negocios que trae a Torremolinos un visitante de alto nivel a lo largo de todo el año. Su espectacular Palacio de Congresos, situado en las afueras de la ciudad, acoge habitualmente eventos de importancia internacional. Con una concepción moderna y vanguardista, cuenta con 22 salas divididas en tres auditorios, trece salas de comisiones y seis salas de juntas. También tiene un hall de exposiciones de 6.000 metros cuadrados en dos plantas, con acceso directo a cada una desde el exterior, al confluyen las salas de reuniones. Además, hay 80 despachos de delegados, completamente equipados, un restaurante, cafetería, 600 plazas de aparcamientos gratuitos para coches y autocares, 18.000 m2 de jardines y todos los medios audiovisuales y servicios complementarios. Vale la pena recordar que la oferta hotelera de Torremolinos representa el 40 % del total de la Costa del Sol.