Si Europa no compra el gas a Rusia, ¿entonces a quién?
Europa está buscando activamente alternativas a Rusia para seguir comprando gas y perpetuar la dependencia de los combustibles fósiles. Las alternativas a la Rusia de Putin son otros países autoritarios como Azerbaiyán o Arabia Saudita. Aunque la Unión Europea no solo financia la guerra en Ucrania con importaciones de gas o petróleo a Rusia.
También con la compra de uranio, necesario por ejemplo para que funcionen las centrales nucleares que hay en España, que dependen en un 40 % del suministro de uranio concentrado también procedente de Rusia. Y solo en las importaciones de petróleo, la UE y el Reino Unido envían casi 285 millones de euros a Rusia todos los días.
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Mientras los líderes de los 27 gobiernos europeos se reúnen en el Consejo Europeo de Bruselas con el presidente de EE. UU., Joe Biden, para considerar una nueva respuesta a la invasión de Ucrania por parte de Putin, también buscan proveedores alternativos que “prolongarán la dependencia de los combustibles fósiles y de la energía nuclear. Esto es un paso atrás en las medidas para hacer frente a la creciente crisis climática y de biodiversidad”, denuncia Jorgo Riss, director de Greenpeace UE, organización independiente que no acepta dinero de gobiernos ni empresas para poder denunciar a todas aquellas personas o instituciones que amenazan el planeta.
“Nuestros gobiernos europeos han decidido ir de compras a otros regímenes, pero cambiar los suministros de combustibles fósiles de Rusia a Azerbaiyán o Arabia Saudita, mientras se protege de las sanciones a las exportaciones de uranio ruso a Europa, no traerá paz ni seguridad. Los combustibles fósiles tienen un historial de relación con conflictos y guerras. Vengan de donde vengan, los gobiernos deben dejar de usarlos lo más rápido posible, no buscar nuevos proveedores. Nuestros líderes políticos deben respaldar un despliegue masivo de aislamiento en viviendas, energías renovables y transporte público limpio, al tiempo que protegen a los más vulnerables de la sociedad”, añade Riss.
Dependencia del gas
Hasta ahora, tal y como destaca Greenpeace, “a pesar de la fuerte retórica política y una serie de sanciones de la UE, casi nada de este comercio se ha interrumpido. En cambio, cortejado por Europa, el régimen de Azerbaiyán duplicará sus exportaciones de gas en los próximos años, mientras que varios gobiernos de la UE se han comprometido a desarrollar capacidad de gas fósil licuado para importar desde Qatar o Estados Unidos, lo que mantendría a Europa dependiente de este combustible fósil durante décadas”. Mientras los gobiernos de la UE consideran nuevas sanciones petroleras y miran a la monarquía absoluta de Arabia Saudí como un proveedor alternativo, el gigante energético Saudi Aramco anunció que ha duplicado las ganancias debido a la crisis energética.
Papel de España
Los gobiernos de la UE han anunciado recortes en los impuestos sobre los combustibles, que benefician desproporcionadamente a los más ricos y amplían la adicción europea a los combustibles fósiles. En la Cumbre, ante las facturas eléctricas insostenibles, el Gobierno de España propondrá limitar los precios en el mercado mayorista de la electricidad. La Comisión Europea contempla esta y otras posibilidades, como fijar un gravamen para los beneficios “excesivos” de las eléctricas, intervenir el mercado del gas a través de un precio máximo para su comercialización y conceder ayudas directas a los consumidores.
Para Francisco del Pozo, responsable de combustibles fósiles en Greenpeace España “es necesario ir más allá, es preciso tener valentía y limitar, de verdad, el control abusivo del oligopolio de las grandes empresas eléctricas. Es imprescindible revisar las políticas de formación de los precios de la electricidad para desvincularlos del precio del gas y que reflejen así el coste real de su producción, trasladando un precio justo para las personas usuarias, de manera que estas se beneficien del abaratamiento que aportan las energías renovables”.
Dependencia del uranio
La UE importa de Rusia entre el 15 y el 20 % de los concentrados de uranio (U3O8) que, después de ser enriquecido, usan las centrales nucleares europeas en sus reactores. Además, las importaciones de uranio ya enriquecido dependen en un 30 % de Rusia.
Solo para España, los datos de ENUSA (Empresa Nacional de Uranio) sitúan nuestra dependencia de las importaciones de concentrados de uranio desde Rusia en el 38,7 % para el pasado año 2020. Otras fuentes indican que en 2018 esa dependencia era de un 53 %. A la dependencia directa de Rusia hay que añadir otro factor geo estratégico: un 13 % más del concentrado de uranio viene de dos países en la órbita del Kremlin, Uzbekistán y Kazajistán.
La dependencia nuclear global respecto a Rusia ha dejado paradojas preocupantes: la agencia Reuters desveló que mientras EE. UU. anunciaba que dejaba de comprar gas y petróleo de Rusia, el lobby nuclear maniobraba en Washington para no prohibir la importación de uranio.
En la UE, las medidas recientes, hasta el 4º paquete de sanciones, han castigado a muchas empresas rusas y a sus oligarcas. Sin embargo, “las sanciones europeas han indultado a Rosatom, la poderosa empresa estatal que gestiona todo el negocio atómico de Rusia, un entramado de sociedades que ingresó en 2017 más de 6.000 millones de dólares solo con sus negocios internacionales”, señalan desde Greenpeace.