Los coches de fumadores triplican las recomendaciones sobre partículas dañinas de la OMS
Los investigadores han medido la concentración de las partículas dañinas del humo de los cigarrillos en coches con fumadores y sin ellos. Y han llegado a la conclusión de que se alcanzan niveles peligrosos en los vehículos donde se fuma, especialmente para los niños. Ya nadie niega que el tabaco perjudica a los que se exponen a él de forma pasiva, pero muchos fumadores al volante creen erróneamente que su coche queda limpio con solo ventilarlo. Un grupo de centros de investigación de Escocia e Inglaterra ha hecho el mayor estudio sobre concentración -dentro de vehículos- de las partículas que expele el tabaco quemado durante viajes reales. Sus resultados indican que esos niveles exceden los límites establecidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
En la investigación, que publica esta semana la revista British Medical Journal, se ha medido la concentración de las partículas dañinas del humo de los cigarrillos en coches con fumadores y en coches libres de humos. “Nuestro objetivo era medir, cada minuto y en el asiento del pasajero trasero, los niveles de las finas partículas respirables de materia durante viajes con fumadores y otros con no fumadores”, explica Sean Semple, participante en el estudio e investigador de la Universidad de Aberdeen (Escocia).
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Las partículas que han evaluado, de diámetro inferior a 2,5 µm (micras), reciben el nombre técnico de PM2.5. “La OMS especifica que el tamaño de las partículas no debe ser inferior a 2,5 micras en porque, por debajo de ese nivel, son más peligrosas para los fumadores pasivos”, asegura Semple.
Cómo se hizo la investigación
Colocaron en cada viaje, a la altura de la cabeza de un niño, un monitor de aerosoles que medía la exposición al aire del tabaco Las PM2.5 están relacionadas con enfermedades infantiles como la muerte prematura, la meningitis o el asma. “Los niños tienen pulmones más pequeños, respiran más deprisa y tienen sistemas inmunitarios menos desarrollados, por lo que son más susceptibles de sufrir los efectos del humo del tabaco”, aclara Semple.
Estudios anteriores habían analizado la exposición al tabaco en el interior de coches en circunstancias en las que se pedía a los voluntarios que entraran en el vehículo y fumaran, para así medir el humo del entorno. Sin embargo, los investigadores británicos han medido esas cantidades durante viajes reales de tres días de duración.
Orientaciones de la OMS
La OMS aconseja no superar concentraciones de partículas PM2.5 en ambientes cerrados por encima de los 25 microgramos por metro cúbico (µg/m3). Los científicos compararon esas orientaciones con los niveles que encontraron en los coches. La confrontación “se hizo con cierta precaución, puesto que el valor máximo proporcionado que proporciona la organización se refiere a medidas obtenidas en 24 horas”, explican.
Las diferencias fueron notables. “Encontramos cantidades de 7,4 microgramos por metro cúbico (µg/m3) en los viajes sin fumadores, pero las cifras llegaron a ser de 85 µg/m³ durante los trayectos en los que había humo”, recoge el estudio. Hasta 3,4 veces más que el límite recomendado por la OMS.
Para comprender el nivel alcanzado, Semple explica que la concentración en los coches de fumadores “representa un tercio de los 250 microgramos por metro cúbico que se registraban en los bares de Escocia antes de 2006”, cuando entró en vigor la prohibición de fumar en cualquier sitio público cerrado.
Un monitor evaluó a 17 conductores
Para hacer sus mediciones, colocaron en cada viaje, a la altura de la cabeza de un niño, un monitor de aerosoles que medía la exposición al aire del tabaco. Su estudio se centró en el caso de 17 conductores, 14 de los cuales fumaban.
Eligieron a los participantes con la ayuda de personas que trabajaban en iniciativas para el control de tabaco en el Servicio Nacional de Salud (NHS, por sus siglas en inglés), aunque solo uno de los conductores había participado en los programas antitabaco. Por eso, los científicos creen que “no se puede considerar que los resultados estén sesgados, puesto que solo uno de los conductores estaba concienciado sobre los efectos del humo del tabaco”.
En total evaluaron 104 viajes de entre 5 y 70 minutos, con una duración media de 27 minutos. De todos los trayectos, pudieron analizar los resultados obtenidos en 83 de ellos, de los que 34 eran viajes sin ningún fumador.
Asimismo, de la investigación se desprende que el número de cigarros que se fuman está directamente relacionado con la concentración de partículas. De los fumadores a los que observaron, cinco consumían 20 o más cigarros al día; siete, entre 10 y 19 y el resto, menos de diez diarios.
Ventilar no es suficiente
Los autores del estudio hacen hincapié en que la ventilación de los vehículos es un factor a analizar en este caso, si bien esta varía de unas marcas a otras, lo que hace difícil evaluar las posibilidades que hay que cambiar el aire en cada caso.
“Resulta imposible en un estudio como este cubrir todas las variedades de ventilación que existen, sin embargo, al analizar escenarios con personas fumadoras, obtuvimos muestras que creemos que son válidas y significativas”, explican los científicos.
Pese a que en la mayoría de los casos los fumadores tendían a abrir las ventanas para ventilar el coche, los datos demuestran que fumar durante los desplazamientos aumenta los niveles de aire en suspensión por encima del límite de la OMS.
“Los fumadores suelen pensar que abriendo la ventana o encendiendo el sistema de ventilación del coche pueden deshacerse del humo, pero la realidad es que los niveles de partículas en suspensión siguen siendo demasiado altos”, explica Semple.
El problema del “tabaquismo de segunda mano” y la aprobación de leyes para evitarlo se abordan de manera desigual en función de los países. A la cabeza se encuentran los países escandinavos, anglosajones y Canadá. Por otro lado, “en Nueva York ya está prohibido fumar en automóviles en los que viajen niños y, en el Reino Unido, la Cámara de los Comunes ya ha abordado la reforma para llegar a la misma decisión”, explica a SINC Guadalupe Ortega, de la Fundación de Atención Primaria de la Generalitat de Cataluña.
En cualquier caso, parece claro que los niveles que han obtenido los investigadores son peligrosos para la salud respiratoria y, explican, “deberían ser considerados en términos de responsabilidad individual y de legislación”.