La meritocracia no existe, la jerarquía social viene dada
¿Existe la meritocracia? El sociólogo Harkaitz Zubiri niega que el estatus social dependa de los méritos individuales. En palabras del sociólogo Harkaitz Zubiri, la jerarquía social actual se construye disfrazada de méritos individuales, pero la realidad es bien diferente. Según Zubiri, no hay ni igualdad de oportunidades, ni neutralidad en las reglas del juego, ni objetividad en los parámetros de evaluación, ni justicia; sino caminos forjados por personas bajo el efecto de un contexto repleto de altibajos.
Zubiri ha estudiado en su tesis doctoral, presentada en la Universidad del País Vasco (UPV/eHU) y titulada Ibilbide akademiko-profesionalak prekarizazio estratifikatuaren garaian. Meritokrazia auzitan (Trayectorias académico-profesionales en tiempos de precariedad estratificada. La meritocracia en tela de juicio), los mecanismos que provocan la discriminación social.
Para ello, el experto ha entrevistado en profundidad a guipuzcoanos que rondan la treintena, y ha hecho hincapié en su trayectoria académico-profesional (TAP). Concretamente, ha analizado cuatro organizaciones sociales: el sistema educativo, la familia, el individuo y el empleo. Según el investigador, estas son las cuatro claves para estudiar las TAP de cada uno. Las negociaciones, el grado conflictivo (puede haber coherencia o confrontación) y las relaciones de poder que se dan tanto dentro estas cuatro organizaciones y entre ellas condicionan dichas TAP y, por consiguiente, también el estatus social de cada uno.
La educación, la familia, el individuo
La tesis muestra que el sistema educativo imita la jerarquía social. El conjunto de alumnos potenciales es heterogéneo, pero el sistema lo homogeneiza y lo estratifica. Así pues, la escuela funciona con efectividad para los que se adecuan a ella, pero discrimina al resto. El investigador habla de darwinismo social. Además, los propios entrevistados dan legitimidad a dicha discriminación: si un individuo tiene dificultades en algún ámbito, considera que él mismo es responsable de ello. Por lo tanto, existe una gran tolerancia respecto al discurso competencia ergo destino defendido por la meritocracia.
La segunda clave estudiada es la familia, la cual tiene una gran influencia, porque, entre otros, elige el colegio y se ocupa de la transferencia de conocimiento y aspiraciones. Zubiri manifiesta que la familia puede producir el futuro. Por ejemplo, los progenitores tienden a transmitir a sus hijos su posición social como referencia, por lo que la sensación de estar predestinado puede influir más en el individuo que los resultados académicos. Sin embargo, el investigador recalca que esta transmisión no tiene por qué ser exitosa: el hecho de que la familia tenga una estrategia en concreto no garantiza que sea capaz de transmitir todos los componentes de esta estrategia a sus descendientes.
En cuanto al individuo, la tesis defiende que la clave está en la interpretación. Según especifica el investigador, los factores ya citados y algunos más condicionan al individuo, pero no lo determinan; precisamente, considera importante realizar esta distinción. Existe un trabajo de interpretación activo por parte del individuo en el proceso que va de la posición sugerida por las condiciones a la que se toma finalmente, y, por lo tanto, es ahí donde se le ofrece la oportunidad de crear.
La cultura de la precariedad
En referencia al empleo, la última clave, Zubiri explica que todos los que comparten grupo de edad con los entrevistados están sometidos a la precariedad. De hecho, más allá de la precariedad en el empleo, hace mención a la cultura de la precariedad. Explica que la precarización es un fenómeno generalizado y estratificado; no solo afecta al empleo, sino que se ha extendido a la familia, la educación y demás ámbitos.
El investigador explica que es la meritocracia la que se esconde, precisamente, detrás de la cultura de la precariedad. Según la meritocracia, la diversidad o la diferencia entre individuos se convierte en discriminación en el proceso de construcción de las TAPs, en excusa para jerarquizar la sociedad. Un gran grupo de gente repleta de singularidades se unifica y se estratifica para crear un espacio social y así apoderarse de la riqueza producida por estas personas. Producto de ello es la cultura de la precariedad.
Así pues, ¿cómo toma posición cada individuo dentro de este espacio social? Zubiri remarca la importancia del capital económico, cultural, social y simbólico, así como del género y del idioma. Pero se reafirma en considerar que la clave puede estar en el trabajo de interpretación activo de cada individuo; trabajo de interpretación que se realiza en el contexto que marcan las cuatro organizaciones sociales ya citadas.