La luz eléctrica engorda
¿Tienen los ciclos de luz artificial, cuando la encendemos por la noche, efectos en el peso corporal? Puede parecer una tontería, pero no lo es. Si bien la luz eléctrica permite desde hace ya bastante tiempo trabajar, descansar y realizar otras actividades a cualquier hora, desligándose así de las rotaciones naturales de la Tierra, que imponen la alternancia de la noche y el día, por otro lado nuestro ciclo diario de sueño y vigilia está controlado por un reloj molecular que se encuentra presente en todas las células del cuerpo humano. Posee su propio ritmo sistemático de casi veinticuatro horas exactas que le permite mantenerse ajustado con precisión al ciclo diario establecido por la rotación terrestre.
Sin embargo, en el mundo moderno, el reloj biológico humano a duras penas puede permanecer en sintonía con el ciclo rotacional de la Tierra. Las causas son la exposición a ciclos de luz artificial y los irregulares horarios de comidas, trabajo y sueño propios del mundo desarrollado. Este desequilibrio entre los ritmos circadianos naturales del organismo y el entorno se denomina en términos científicos ‘desincronía circadiana’, y algunos investigadores científicos opinan que es uno de los motivos del incremento de la población gruesa.
Eso es lo que sugiere un artículo realizado por una investigadora de la Universidad de Aberdeen (Reino Unido) y publicado en la revista BioEssays. La doctora Cathy Wyse, perteneciente al Instituto de Ciencias Biológicas y Medioambientales de dicha universidad, ha difundido los resultados de una investigación sobre el efecto de los ciclos de la luz artificial sobre la salud humana, y en concreto sobre el peso corporal.
“La razón del aumento relativamente repentino de la obesidad en el mundo desarrollado parece no ser únicamente una cuestión de dieta y actividad física. Entran en juego otros factores, y entre ellos conviene tener en cuenta la desincronía circadiana”, aseguró la investigadora.
Mayor obesidad y diabetes
Su estudio ahonda en cómo esta desincronía afecta a la salud humana al alterar los sistemas del cerebro que regulan el metabolismo, de tal modo que aumentan las probabilidades de desarrollar obesidad y diabetes.
En palabras de Wyse: “La luz eléctrica permitió a los humanos infringir la antigua sincronización entre el ritmo del reloj biológico humano y el entorno; durante el último siglo, los ritmos diarios en los horarios de comidas, sueño y trabajo han desaparecido gradualmente de nuestra vida. El reloj biológico apenas puede seguir el patrón de nuestro estilo de vida, muy irregular. Considero que esto provoca problemas metabólicos y de otras clases en la salud y también incrementa la probabilidad de padecer obesidad”.
El reloj biológico es controlado por nuestros genes, y el estudio sugiere que unas personas podrían ser más sensibles que otras a los efectos de la desincronía circadiana. Por ejemplo, los originarios de regiones ecuatoriales podrían tener relojes biológicos muy regulares y, por ende, ser más sensibles a los efectos de dicha desincronía.
La doctora Wyse basó su trabajo en estudios de microbios, plantas y animales que muestran que la sincronización del reloj interno con los ritmos del entorno reviste importancia para la salud y la supervivencia, siendo muy probable que ocurra lo mismo con los humanos.
La variabilidad de los horarios de trabajo y la realización de actividades prácticamente a cualquier hora son ya rasgos característicos del mundo desarrollado actual. Se pueden mantener ritmos circadianos saludables comiendo a las mismas horas, durmiendo bien y sin interrupciones por la noche y en total oscuridad, y exponiéndose a gran cantidad de luz solar durante el día.