La falta de sueño engorda
La obesidad se ha convertido durante las últimas décadas en uno de los principales problemas de salud. No en vano, los cálculos más recientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS) cifraban en mil millones el número de adultos con sobrepeso y en 300 millones el número de obesos. Bajo este marco, se vienen reformulando distintas relaciones entre el constante incremento de estas cifras y los posibles factores sociales que lo expliquen. Un panorama en el que cada vez cobra un peso más específico la conexión que se establece entre la disminución de las horas de sueño y el incremento de la obesidad. En este sentido, estudios y publicaciones apuntan que las personas que duermen menos de ocho horas diarias y, al mismo tiempo, poseen horarios de comida irregulares, tienen más riesgo de padecer numerosas patologías como la obesidad, la diabetes, un envejecimiento prematuro o trastornos psicológicos.
El libro Obesity, de reciente publicación y en el que han participado más de 30 investigadores internacionales, asegura que dormir poco perturba las hormonas que regulan el apetito como la leptina y la ghrelina, motivo por el que el sueño de corta duración se configura como uno de los factores que contribuye a incremento del riesgo de obesidad, tanto entre los adultos como en edad infantil.
No en vano, un estudio publicado recientemente en el International Journal of Obesity ha corroborado cómo aquellos niños que duermen menos de siete horas diarias muestran un aumento de peso superior al de aquellos que duermen un mínimo de ocho horas por jornada. Cifra que se agrava al considerar que, en España, los niños duermen una media de menos de ocho horas al día, algo insuficiente y que, además, provoca otros hábitos perjudiciales con repercusión negativa, también, en el incremento del peso corporal, como es no desayunar.
Sobre esta base, el Instituto de Obesidad alerta del creciente incremento del número de personas obesas puesto en relación con la ausencia del número adecuado de horas de sueño: no dormir lo suficiente implica, en primer lugar, un mayor cansancio que deriva en una menor movilidad, factor al que se añade el hecho de que la hormonas de control de la ingesta aumentan cuando no se alcanzan las horas de sueño necesarias.
Así, el estilo de vida actual, que incluye muchas veces una mala alimentación y una falta de actividad física de horas de sueño, conduce poco a poco hacia la obesidad.
Un reciente estudio del Kaiser Permanente Center for Health Research de Oregón (EE. UU.), en el que participaron 500 personas, señala que quienes intentan perder peso son más propensos a conseguir su objetivo si tienen menos niveles de estrés y duermen entre seis y ocho horas diarias.