¿Qué pasa por la cabeza de los conductores temerarios?
Científicos de la Facultad de Psicología de la Universidad de Salamanca han puesto en marcha un proyecto que pretende analizar los procesos psicológicos que hay detrás de las actitudes de riesgo que adoptan ciertos conductores. El objetivo es conocer las causas por las que una persona al volante -especialmente si es un conductor joven- no tiene en cuenta el exceso de velocidad y la ingesta de alcohol o muestra inseguridad excesiva a la hora de ejecutar maniobras.
La idea del proyecto es analizar “la parte emocional y cognitiva de las actitudes de riesgo”, resume Carlos Hugo Criado del Valle, profesor de la Facultad de Psicología de la Universidad de Salamanca y principal responsable de la investigación. El estudio se centrará en los jóvenes debido a que las encuestas de la Dirección General de Tráfico (DGT) señalan que el colectivo que abarca entre los 18 y los 23 años, aproximadamente, es el que presenta mayores actitudes de riesgo.
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Asimismo, con estos datos los investigadores esperan elaborar un programa de intervención entre los conductores que acuden a las autoescuelas para recuperar puntos del carnet de conducir, perdidos tras haber cometido infracciones.
Este mismo grupo de investigación publicó un estudio anterior que relacionaba ciertos pensamientos acerca de la visión de la realidad con las emociones, demostrando que ambos aspectos estaban vinculados a las actitudes y comportamientos. El objetivo de este nuevo proyecto, que se desarrollará a lo largo de 2011, es aplicar este conocimiento a la seguridad vial.
“Queremos analizar a los sujetos que van a clases en la autoescuela a recuperar puntos para evaluar su aspecto cognitivo y emocional y ver cómo explican las actitudes de riesgo que han tenido”, comenta el experto. Así, en futuras intervenciones se podrán “tener en cuenta estos tipos de pensamientos, anticipaciones y creencias, que se podrían tener en cuenta en los cursos de reeducación”.
El tipo de pensamiento al que se refiere se denomina prefactual y define las creencias de un individuo acerca de lo que va a ocurrir antes de que suceda. Aplicado a la conducción de un vehículo se traduce, por ejemplo, en que una persona excede la velocidad permitida porque a priori piensa que tiene un perfecto control de su vehículo y que no le ocurrirá nada malo. “Esto que parece tan sencillo tiene en realidad múltiples matices y condicionantes, algunos ya analizados por este grupo en el estudio previo, teniendo en cuenta no sólo dichos pensamientos sino también el
estado emocional de una persona”, explican los científicos.
Pesimistas y optimistas se exponen al riesgo de manera diferente
“La inducción de un estado de ánimo determinado modificaba ese tipo de pensamiento. En una persona optimista, si induces un estado de ánimo positivo, cree que todo lo puede hacer. En una persona pesimista, si se induce un pensamiento negativo, cree que no puede hacer nada. Es la vinculación de la emoción con la cognición. Sin embargo, si a un pesimista se le induce un estado de ánimo positivo, se le encarga una tarea y obtiene buenos resultados, ese pensamiento se modifica, siempre que vea que se debe a su esfuerzo y no al azar”, afirma María del Mar González-tablas Sastre, otra de las investigadoras del proyecto, encargada de la metodología.
En este sentido, un optimista minimiza los riesgos y piensa que no sucederá nada si bebe más de lo debido. Sin embargo, “los pesimistas son más conservadores a la hora de conducir, pero también más inseguros”, de manera que las conductas de riesgo se pueden dar en las dos vertientes.
Ejercicios de simulación para autoescuelas
Los especialistas pretenden realizar diseños experimentales de cara a futuras intervenciones psicológicas en las personas que presentan estas conductas de riesgo al volante. Se trata de “analizar distintos perfiles, ver qué actitudes presentan y qué aspecto cognitivo informa de estas actitudes de riesgo”, apuntan.
Para ello, se apoyarán en ejercicios experimentales que tratan de simular situaciones psicológicas a las que se puede ver sometido un conductor. Tras poner a prueba los instrumentos con un grupo piloto de entre 20 y 30 personas jóvenes, la investigación pasará a realizarse en las autoescuelas.