Inmigrantes, nuevos ciudadanos hacia una sociedad plural e intercultural
El estudio ‘Inmigrantes, nuevos ciudadanos. ¿Hacia una España Intercultural?’, elaborado por el Colectivo Ioé con las colaboraciones de Ana I. Planet, Daniel Wagman y Graciela Malgesini, y que ha sido editado por la Fundación de las Cajas de Ahorros y la División de Obra Social y Relaciones Institucionales de la CECA, ofrece una panorámica de los flujos migratorios de extranjeros hacia España en los últimos años y de los retos y oportunidades que suponen. Permite observar tendencias y no sólo aspectos puntuales.
I. En la última década España se ha convertido en un polo de atracción de migrantes a nivel internacional
– La migración internacional hacia España es un hecho social consolidado:
España se ha convertido en el décimo país del mundo por el número total de inmigrantes. En 2007: 5.214.390 inmigrantes -personas empadronadas nacidas en otro país- y 4.482.568 extranjeros -personas empadronadas con nacionalidad no española- Según la División de Población de Naciones Unidas, España era en 2005 el tercer país del mundo que más había incrementado su población inmigrante en números absolutos desde 1990, tras Estados Unidos y Alemania, y el que más lo había hecho en términos relativos.
OCDE, 2005: España se ha convertido en uno de los países con mayor volumen de trabajadores extranjeros, superando en números absolutos a Francia y Reino Unido y adelantando en términos porcentuales a Estados Unidos y Alemania.
– La procedencia de las migraciones y su composición son dinámicas:
De los extranjeros empadronados en 2007, el 38 % procede de alguno de los restantes 26 miembros actuales de la Unión Europea (el 14 % de Rumania y Bulgaria, recientemente ingresadas) y menos del 2 % de otras naciones desarrolladas. Por tanto, el 60 % (2,7 millones de personas) son originarios del mundo “menos desarrollado”. Marruecos, Ecuador, Colombia, Bolivia, Argentina y Perú, además de China con más de 100.000 efectivo, forman parte de la corriente internacional más importante de nuestros días, la que va en la dirección Sur-norte.
– Y la alta irregularidad es una nota persistente en el modelo migratorio español:
Una política de fronteras restrictiva ha obligado a la mayoría de los inmigrantes del Sur a incorporarse como “irregulares” a la sociedad española. Los sucesivos procesos extraordinarios de regularización -el último en 2005- no han sido suficientes para impedir una elevada tasa de irregularidad. A comienzos de 2007, según datos oficiales, el 33 % de los extranjeros empadronados (1,4 millones de personas) no tenía permiso de residencia y el 28 % de los trabajadores captados por la Encuesta de Población Activa (700.000 personas) no estaba dado de alta en la Seguridad Social. No obstante, la regularización automática de los procedentes de países recientemente incorporados a la Unión Europea (más de 730.000) y el extraordinario incremento de extranjeros documentados en 2007 (957.000 personas, según el Ministerio del Interior) hacen prever un significativo descenso de la tasa de irregulares.
II. Impactos y retos para la cohesión social
1. Demografía: la inmigración explica el 77 % del crecimiento de la población total del país entre 1998 y 2007, que ha pasado de 39,8 a 45,1 millones de habitantes. Pero su incidencia en el incremento demográfico español hay que situarla por encima del 80 %:
- Se ha producido un saldo anual medio de entradas netas de 449.000 personas entre 1998 y 2007.
- La baja tasa de natalidad de los autóctonos, unida a la mayor juventud de los nuevos ciudadanos, explica que éstos tengan cada vez más peso en el crecimiento vegetativo: el 12 % de los nacimientos en 2005 fueron de madre y padre extranjeros, y otro 6 % de parejas mixtas (de progenitores extranjero y español).
2. Educación: el alumnado extranjero palia en parte la caída de matrícula de los autóctonos, tiene garantizado el derecho a la educación obligatoria, pero las políticas educativas no muestran una clara definición estratégica sobre el modelo a implementar.
* 608.000 matriculados en el curso 2006-07 ha suplido sólo parcialmente el enorme descenso -casi millón y medio- de alumnos españoles en los últimos quince años, originado por la caída de la natalidad.
* La entrada de alumnos extranjeros en las aulas, en proporción muy superior en los centros públicos (8,9 % del alumnado) que en los privados (4,2 %), ha originado una diversidad social y cultural que pone en cuestión el modelo educativo homogeneizador y ha dado lugar a controversias en el terreno pedagógico. En el plano normativo existe ambivalencia entre el enfoque intercultural -poco desarrollado en la práctica-, que concibe a los hijos de inmigrantes como aporte positivo, y el de la educación compensatoria, que los percibe como deficitarios.
3. Mercado de trabajo: más empleo pero de menor calidad para los extranjeros no comunitarios La inmigración ha proporcionado una oferta abundante en sectores que antes eran deficitarios en mano de obra (como el servicio doméstico y el peonaje agrícola) y han aportado fuerza de trabajo suplementaria para sectores en expansión (construcción, la hostelería, comercio o transporte). Pero su participación en el mercado de trabajo no se realiza en condiciones similares a las de los trabajadores autóctonos. Los datos de la EPA señalan una polarización acusada entre los trabajadores ocupados en función de su origen comunitario y extra-comunitarios.
El trabajo de personas inmigrantes ha facilitado a veces la promoción laboral de sectores de la población nativa, destacando en este sentido el gran número de mujeres extranjeras (más de 300.000 según la EPA) que realizan tareas de cuidado y domésticas, permitiendo el empleo extradoméstico de mujeres peor sin que se modifiquen de forma sustantiva los roles de género dentro del hogar.
4. Economía: los inmigrantes han aportado un tercio del crecimiento económico, han generado superávit para los presupuestos públicos y dinamizado la demanda de diversos sectores económicos. Además, consiguen enviar remesas que superan con creces la ayuda oficial al desarrollo de España.
– aportaron el 30 % del crecimiento del PIB entre 1995 y 2005, – casi el 50 % del empleo creado en los últimos cinco años. En cuanto a las finanzas públicas, – en 2005 aportaron el 6,6 % del presupuesto público (23.400 millones de euros) generando un gasto un 20 % inferior; este saldo favorable al erario público (4.784 millones de euros) representa prácticamente el 50 % del superávit registrado por las administraciones públicas en dicho año.
Los nuevos habitantes han impulsado la demanda de bienes y servicios: especialmente en los capítulos de vivienda, alimentación y transporte. En el sector financiero (bancos, cajas de ahorros, empresas de envío de dinero…) representan la clientela más reciente hacia la que se dirige buena parte de las campañas publicitarias y de los nuevos productos. Además, generan una nueva economía “étnica”, que ocupa a inmigrantes y a autóctonos, y representan una expansión neta de la producción y del empleo en España.
Mediante las remesas que envían a sus parientes (8.135 millones de euros en 2007, 0,8 % del PIB español), los inmigrantes pueden contribuir al desarrollo de sus países de origen. España se ha convertido en el primer remesador de la Unión Europea y en el quinto del mundo; en 2006 toda la Ayuda Oficial al Desarrollo del gobierno español supuso menos de la mitad de las remesas enviadas por los inmigrantes registradas por el Banco de España.
5. Seguridad ciudadana: mientras se incrementaba la inmigración se redujo el número de delitos por habitante. La presentación habitual de las cifras de detenidos y presos extranjeros confunde o tergiversa la realidad.
La inmigración aparece como uno de los cuatro mayores problemas de la España actual (Barómetros mensuales del CIS), después del paro, el terrorismo y la vivienda. En especial, se le atribuye un incremento de la inseguridad ciudadana. Sin embargo, según el Ministerio del Interior, el número de delitos por habitante en España ha descendido un 22,7 % entre 2002 y 2006, años en los que la inmigración ha crecido un 86,5 %: la dinámica real no coincide con las percepciones sociales.
Las estadísticas de presos extranjeros incluyen a los preventivos (sin sentencia dictada) y a los turistas y extranjeros de paso; sin contar ambos grupos, la proporción de inmigrantes detenidos se reduce más de la mitad y alcanza una tasa muy próxima a su peso poblacional.
6. El reto del pluralismo religioso en España: a pesar del marco jurídico, los inmigrantes de confesión no católica se encuentran en situaciones de discriminación religiosa. Aún así, las confesiones no católicas son instancias de acogida y socialización para los inmigrantes, reemplazando el papel que pudieran jugar otras asociaciones.
La libertad de culto quedó establecida en la constitución de 1978 aunque, como hecho social, el pluralismo de confesiones ha venido de la mano de la inmigración. En 1992 el Estado estableció acuerdos con las comunidades islámica, evangélica y judía. No obstante, los dos grupos religiosos con mayor presencia en España (cristianos evangélicos-protestantes y musulmanes) se encuentran con situaciones de discriminación religiosa, por comparación con los fieles de religión católica.
Sin embargo, su fuerte conciencia les lleva a desarrollar iniciativas destinadas a la mejora de las condiciones de acogida de los inmigrantes. En ocasiones, lejos de producirse un extrañamiento respecto a la sociedad de acogida, la mediación religiosa acorta el proceso de integración, aunque produciendo una integración dentro de la comunidad de referencia.
7. Opinión pública: ¿hacia una España plural e intercultural? El aumento de inmigrantes ha dado lugar a un crecimiento de las opiniones intolerantes por parte de la población autóctona, que se encuentra dividida entre quienes son partidarios del rechazo xenófobo, la asimilación y la integración igualitaria.
Hasta el año 2000 (la proporción de extranjeros en España no llegaba al 3 %), la mayoría de la población española se mostraba favorable o ambivalente ante la inmigración, siendo menos del 10 % los que daban respuestas xenófobas. Según el Eurobarómetro de ese año España era el tercer país más tolerante de Europa, después de Suecia y Finlandia. Sin embargo, a mediados de la presente década, con una tasa de inmigración tres veces mayor, las encuestas revelan que los intolerantes son más del 30 %, superando a los ambivalentes y aproximándose a los tolerantes.
Los escenarios de futuro de la convivencia en España dependen de cómo evolucionen las posiciones existentes en la población nativa, que van desde el rechazo xenófobo a la inserción subalterna, la integración formal y la ciudadanía plena para los inmigrantes, así como de las combinaciones y pactos que se produzcan entre ellas. Estas posiciones dependen, en parte, de cómo se percibe la evolución actual de España lo que, a su vez, está estrechamente ligado con la posición socioeconómica de los sujetos.