¿Cuándo empezar a hacer deporte? Desde la infancia

¿Cuándo empezar a hacer deporte? Desde la infancia
NOTICIA de Javi Navarro
03.04.2019 - 14:31h    Actualizado 31.03.2023 - 10:32h

La obesidad afecta, según la Encuesta Nacional de Salud, al 9 % de la población de entre 2 y 17 años y el sobrepeso al 18 %. Cada vez es más frecuente ver en la consulta niños con diabetes tipo dos, la no insulinodependiente, hasta hace unos años típica de las personas adultas. Varios estudios han alertado sobre los riesgos que la obesidad puede generar en la salud y han demostrado que pueden suponer riesgos para enfermedades cardiovasculares y crónicas que se gestan desde la infancia.

Edad para hacer deporte

Con motivo del Día Mundial de la Actividad Física, que se celebra el 7 de abril, la Asociación Española de Pediatría (AEP) insiste en la importancia de favorecer la actividad física y lograr así el crecimiento adecuado y correcto de los jóvenes. El pediatra juega en este sentido un papel crucial como “promotor” del deporte adecuado a cada edad.

El deporte tiene que ser una medida de prevención al igual que lo son las vacunas u otros aspectos relativos a la nutrición, por este motivo, los pediatras deben participar de forma activa en la instauración de políticas preventivas relacionadas con la actividad física, tanto en niños sanos como en aquellos que sufren de sobrepeso.

¿Cuándo y cómo empezar con el ejercicio físico?

Las recomendaciones de ejercicio físico que proponen los profesionales sanitarios varían, por supuesto, en función de la edad:

Primera infancia (0 a 3 años de edad)

A partir del tercer mes el objetivo de la actividad física será fomentar, de forma lúdica, el adecuado desarrollo del lactante, fortaleciendo la musculatura necesaria para lograr desplazarse y manipular objetos con total autonomía.

Entre los 12 y 36 meses de edad, el niño ya goza de cierta autonomía en sus movimientos, puede desplazarse y explorar su entorno. A medida que su habilidad para caminar progresa, los niños deberían realizar por lo menos 30 minutos de actividad física estructurada cada día. Una de las actividades recomendables es la natación para bebés.

Segunda infancia (Preescolares, 3 a 5 años)

Esta etapa es una de las más importantes ya que se desarrollan tanto las habilidades perceptivas (percepción corporal, espacial y temporal) como físicas básicas (desplazamientos, saltos, giros, lanzamientos, recepciones y reequilibrios).

La actividad debe ser multidisciplinar, variada y presentarse como en forma de juego. La natación es una actividad muy recomendable así como la psicomotricidad, que además favorecer la interacción con otros niños de su edad.

Tercera infancia (de 6 a 9 años)

A partir de los 6 años, se inician las actividades deportivas escolares y las clases de educación física en la escuela adquieren un papel protagonista en el desarrollo motor del menor. Lo importante a partir de esta edad es adquirir el hábito de realizar actividad física diariamente. Se recomiendan practicar varios tipos de deporte, no especializarse en uno solo, sino que cuanta más variedad será más enriquecedor.

Pubertad (de 10 a 16 años)

En esta etapa es fundamental la consolidación de los hábitos deportivos, puesto que es durante el inicio de la adolescencia cuando más riesgo se corre de dejar de realizar actividad física, sobre todo en las chicas.

Según ha recordado el profesor Serafín Málaga, presidente de AEP, “hoy en día, nadie duda de las bondades del ejercicio físico. Mejora las funciones cardiovasculares, la maduración del sistema músculo-esquelético y las habilidades psicomotoras, además de aumentar la autoestima y favorecer la integración. Por el contrario, se estima que la inactividad es una de las causas de incapacidad y fallecimiento. En las personas que no realizan ejercicio de forma habitual se incrementa la prevalencia de distintas enfermedades crónicas. Esto se está haciendo más patente en el caso de los niños y adolescentes y un claro ejemplo lo tenemos con los datos crecientes sobre la incidencia de la obesidad y la diabetes infantil”.

Los niños pequeños deben aprender a nadar cuanto antes

Dentro de unas semanas estrenaremos oficialmente el verano y, con él, se inicia uno de los periodos de mayor riesgo para la población infantil y juvenil, puesto que son en estos meses cuando se produce un repunte de las lesiones infantiles. La más frecuente y una de las que más preocupa al Comité de Prevención de Accidentes y Lesiones de la Asociación Española de Pediatría son los ahogamientos, que constituye la segunda causa de mortalidad en población infanto-juvenil y que, según asegura el coordinador de este Comité, el doctor Jordi Pou, se podrían prevenir casi en el 80 % de los casos.

La gran mayoría de los ahogamientos se registran en piscinas privadas, muchas de las cuales no cumplen con los requisitos necesarios para garantizar la seguridad de la población más vulnerable. La principal queja se refiere a la ausencia de un vallado alrededor de la piscina que garantizaría que ningún niño pudiera acceder al agua sin control de una persona adulta. Se estima que más del 60 % de las piscinas privadas no cuentan con un sistema de vallado adecuado.

“El otro problema tiene que ver con el insuficiente número de socorristas ya que un niño se puede caer al agua sin que nadie se percate”, explica Pou. En el 88 % de los casos de ahogamiento, los padres o responsables de la seguridad del niño admitieron haber tenido un despiste.

Por ello, las recomendaciones desde el Comité de Prevención de Lesiones son muy claras:

– A los niños pequeños, enseñarles a nadar lo antes posible.

– Extremar la vigilancia de los menores. Es la principal regla de oro.

– Los niños pequeños deben llevar flotadores que les protejan durante su estancia, aunque no se estén bañando.

– Instalar vallas de protección que impida acceder al menor al recinto sin compañía de adultos.

“Con la adopción de estos consejos lograríamos evitar la elevada mortalidad y morbilidad asociada a los ahogamientos. Un niño que permanece más de cinco minutos en el agua tiene un elevado riesgo de presentar secuelas neurológicas”, subraya el doctor Pou. El Comité espera por otra parte que en los próximos meses se regulen los criterios técnicos y sanitarios y de seguridad de las piscinas.

En niños más mayores y adolescentes, también se produce una tasa considerable de ahogamientos “inclusive en jóvenes que saben nadar”. Una parte de los mismos se produce por el uso de toboganes y otros por los saltos al borde de la piscina. En el mar abierto, son los adolescentes el principal grupo de riesgo, “sobre todo cuando se asocia al consumo de alcohol”.

Los nuevos deportes, sobre todo acuáticos, también están aumentando cada año las estadísticas de lesiones en los niños. La práctica de windsurfing, las motos acuáticas, las piraguas, los neumáticos u otros instrumentos hinchables o tan sólo el buceo provocan lesiones graves, que incluyen el ahogamiento y lesiones músculo-esqueléticas o medulares importantes.

“Lo fundamental con estos deportes es sentar las bases para que se practiquen siguiendo una normas mínimas de seguridad -asegura el doctor Pou-. A veces con medidas tan básicas como la utilización de elementos de flotación o no permitir realizar ciertos deportes hasta los 18 o 16 años se podría mejorar la seguridad infantil de forma sustancial”.

Las lesiones, en general, se han situado como la principal causa de mortalidad infantil en Europa por encima del año de vida, superior a la ocasionada por el cáncer o por las enfermedades respiratorias. Además, estas lesiones generan importantes secuelas: hasta el 25 % de los niños y adolescentes ingresados por accidentes tendrá consecuencias importantes a nivel del sistema nervioso central como trastornos del desarrollo psicomotriz, problemas neurológicos por traumatismos medulares, músculo-esqueléticos, cutáneos o psicológicos.

Los niños que hacen deporte sacan mejores notas en el colegio

Es bien sabido que el ejercicio físico es esencial para el normal desarrollo de la persona y la mejora de la salud y de la calidad de vida. Sin embargo, pocos padres saben que también potencia el rendimiento académico de sus hijos. Según un informe realizado por el Observatorio de Estudios del Comportamiento (OEC) de ESADE a partir del análisis de la conducta de más de 5.000 escolares entre 6 y 12 años que acuden a las Escuelas Deportivas de Danone, la práctica de deporte y la educación en valores atenúan el abandono escolar y mejoran la actitud de los menores tanto en las aulas como en casa.

El estudio pone de manifiesto que estas actividades extraescolares les convierten en mejores estudiantes. Alrededor del 40 % de los alumnos con peor expediente académico aumentan sus notas a lo largo del curso. En concreto, los menores que afirman mejorar sus resultados académicos pasa del 17,80 % al 37,03 %.

También ganan en actitud. Y es que en las escuelas deportivas se trabaja el cambio de comportamiento en hábitos, el uso del tiempo libre, la alimentación, la higiene y las relaciones sociales. A través de estas clases en valores, el número de niños que dice comportarse mejor en casa y en el colegio se dobla a lo largo del periodo lectivo (del 19,93 % al 40,70 %).

Hacen más los deberes

Este progreso en las notas se vincula a la mejora del comportamiento ante la responsabilidad de hacer los deberes. Así, si en el primer trimestre sólo un 16 % decía que le gustaba hacer los deberes, al final del curso este número se dobla hasta llegar a más del 29 %.

Por otro lado, se reduce a la mitad la proporción de aquellos niños que suelen poner más resistencias a la hora realizar las tareas escolares.

Fútbol, aliado de padres

En particular se observa que la práctica de fútbol se convierte en un gran aliado de padres y tutores. Esta actividad es, de entrada, la más atractiva para los niños. Además, de su función lúdica, cumple un papel en la transmisión de valores. Destaca especialmente el respeto hacia los compañeros, indistintamente del género o de la raza, y aprenden a cumplir las reglas y a ser honestos con el contrario.

Según el estudio, el deporte ayuda a paliar el absentismo escolar. Casi el 31 % de los niños que lo practican presentan mayor motivación por ir al colegio y por aprender. Igualmente, disminuye el porcentaje de aquellos que no les gusta ir a la escuela del 33,90 % al 18,40 %. De igual modo, ayuda a trabajar hábitos de higiene y salud y complementa la formación académica.

Las clases de apoyo reducen el abandono escolar

El análisis revela que los barrios que presentan unos niveles de paro superiores a la media nacional y en los que la coyuntura actual ha tenido una especial incidencia padecen un mayor índice de fracaso escolar. Estos condicionantes han contribuido a empeorar los índices de asistencia a clase y de abandono escolar antes de finalizar la primaria.

En ese sentido, el informe revela que los niños que reciben clases de apoyo de una manera continuada también mejoran su rendimiento académico a lo largo del segundo trimestre. De esta forma, se observa que al final del periodo lectivo el número de alumnos que requiere clases de apoyo se reduce en 2 puntos.

Más horas productivas

El estudio también contempla cómo estas actividades contribuyen a reducir el consumo de televisión. Si al inicio del curso más de la mitad de los alumnos decía ver más de dos horas diarias de televisión; al final, sólo lo hace uno de cada tres.

Igualmente, el deporte y las clases de apoyo contribuyen a llenar las horas de los alumnos con ocio positivo. En este sentido, se reduce el tiempo que pasan en la calle sin “hacer nada en concreto” en favor de “jugar con los amigos”.

Aumenta el respeto a los profesores

Cabe destacar que también evoluciona el respeto hacia los profesores. Según el informe, al principio del curso sólo un 26,2 % obedece a los profesores; en cambio, esta proporción asciende a más del 38 % al final del periodo.

Del mismo modo, es muy significativa también la reducción de alumnos que dicen no respetar a sus tutores, pasando del 16,1 % al 7,7 %.

Mayor conciencia de la necesidad de una alimentación sana

Ante estos nuevos hábitos diarios, el menor adopta nuevas actitudes frente a una alimentación más sana. Así, se triplica el número de los alumnos que son cada vez más conscientes del papel que tiene una buena alimentación en su salud (del 11,33 % al 32,77 %).

En esta línea, se observa que a lo largo del curso aumenta la ingesta diaria de frutas y verduras, pasando del 15,8 % el primer trimestre al 25,9 %. En detrimento, por otro lado, del consumo de chucherías y de bollería.

Otro aspecto a tener en cuenta tiene que ver con el consumo de alcohol y tabaco. El porcentaje de alumnos que afirma que el tabaco es perjudicial para la salud va aumentando a lo largo del curso, pasando del 13,5 % al 33,4 %.

Aumenta la confianza entre compañeros y el civismo

El futbol u otros deportes genera un sentimiento de pertenencia al grupo y refuerza lazos de amistad. En este sentido, el estudio apunta que la confianza entre compañeros aumenta a lo largo del curso.

Además influye positivamente en la actitud de los menores en casa, de tal manera que tienden a colaborar más en las tareas domésticas. Por otro lado, mejora su comportamiento cívico en los espacios públicos, siendo más respetuosos con el mobiliario urbano y con lo que les rodea.



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