Envejecer no provoca incontinencia urinaria
Las consecuencias médicas, psicológicas, sexuales, sociales y económicas impactan notablemente en la calidad de vida de las personas que sufren la incontinencia urinaria. El envejecimiento no es causa por sí mismo de esta afección, que sufren el 15 % de los varones ancianos y el 30 % de las mujeres. Los geriatras demandan más información para ayudar en la prevención y evitar la marginación de los ancianos que sufren incontinencia urinaria.
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Incontinencia urinaria
El envejecimiento no es, por sí mismo, causa de incontinencia urinaria. Sin embargo, algunos cambios asociados con la edad y la mayor prevalencia de determinadas enfermedades predisponen a su desarrollo. “Sabemos que aproximadamente un 15 % de los varones ancianos y un 30 % de las mujeres padecen incontinencia, pero no es una enfermedad directamente relacionada con la edad”, explica el doctor Juan Macías, presidente de la Sociedad Española de Medicina Geriátrica (SEMEG).
Causas personales en la incontinencia urinaria
Deben tenerse en cuenta los antecedentes personales y las enfermedades concomitantes, como las patologías neurológicas o enfermedades sistémicas con repercusión sobre el sistema nervioso central. También marcan todas las intervenciones previas que hayan afectado al tracto urinario (uretrotomías, resección transuretral de próstata, etcétera), a la zona abdominal y de la pelvis (resección abdominoperineal de colon o histerectomías) y a la columna vertebral (descompresiones o laminectomías). Asimismo, hay que controlar la medicación que toma el enfermo, puesto que algunas sustancias pueden desencadenar o agravar la incontinencia.
Diferencias entre hombres y mujeres
La incontinencia urinaria se caracteriza por la pérdida incontrolable de orina que puede realizarse en cantidades variables durante el día o la noche. “Este trastorno ocurre tanto en hombre como en mujeres. Sin embargo, debido en parte a las tensiones físicas de la maternidad y a una disminución del estrógeno después de la menopausia, las mujeres sufren incontinencia con el doble de frecuencia que los hombres“, comenta Macías.
En el caso de los hombres, la incontinencia de urgencia es la más frecuente y está caracterizada por la pérdida involuntaria de orina asociada con un intenso deseo de orinar. En este tipo subyace la hiperactividad del músculo detrusor[1], condición que suele deberse a alteraciones neurológicas o vesicales, fases iniciales de obstrucción o factores idiopáticos.
Tipos de incontinencia en mujeres
Entre las mujeres, la más común es la incontinencia de esfuerzo. Se trata de pérdidas involuntarias de orina que se producen durante el ejercicio físico y ocurren cuando la presión intravesical supera a la presión uretral. Está asociada con la debilidad del suelo pélvico y se produce fundamentalmente durante el día.
Es peor no contarlo
La vergüenza, la pérdida de autoestima y considerar la incontinencia como un hecho inevitable del envejecimiento son los factores más frecuentemente asociados a la ocultación del problema. Es un error no pensar en un problema urogenital y suponer que no existe tratamiento. Sólo 1 de cada 3 afectados consulta sobre este tema al médico. En palabras del geriatra, “no hablar con el médico sobre las pérdidas de orina cuando empiezan a ocurrir es un error, puesto que en el 30-40 % de los casos el tratamiento precoz recupera la continencia y en más de la mitad la mejoría que puede llegar a alcanzarse es notable”.
No afrontar el problema deriva en efectos adversos que impactan significativamente en la calidad de vida de las personas que sufren incontinencia, tales como:
· efectos médicos: piel (maceración, úlceras cutáneas), infecciones urinarias de repetición y caídas (incontinencia nocturna)
· efectos psíquicos: aislamiento, depresión, dependencia
· efectos sociales: rechazo de la familia, amigos y cuidadores. Predisposición a la institucionalización
· efectos económicos: accesorios (pañales, sonda, ropa), personal (enfermeras, auxiliares, cuidadores), médicos (tratamiento de las complicaciones)
Tratamientos a la incontinencia urinaria
Existen medidas higiénico-dietéticas básicas que facilitan el manejo de la incontinencia. “Se debe intentar ayudar al anciano a establecer un horario regular de micciones que no supere las 3 horas; hay que controlar que el paciente pueda acceder rápidamente al baño desde su cama, que la ropa de dormir pueda quitarse con facilidad y que el baño disponga de elementos de seguridad y de timbre”, apunta el doctor Macías.
En cuanto a la distribución de líquidos diarios, debe ser ordenada por el médico y variar en verano e invierno de acuerdo con las condiciones climáticas. “Un buen aporte durante la mañana y primeras horas de la tarde, acompañado de una disminución acentuada durante la noche, permite controlar mejor la incontinencia nocturna, por ejemplo”, añade el presidente de SEMEG.
Por otro lado y en relación a los fármacos diuréticos, no deben administrarse por la mañana en ancianos activos. El doctor Macías relata que “muchas veces se orinan por esta causa y dejan de tomarlos”. Tampoco por la noche “porque obliga a levantarse en la madrugada con el consecuente peligro de sufrir caídas. El mejor momento es antes o después de comer, periodos en los que ya se han realizado las tareas cotidianas”.
La incontinencia urinaria es uno de los grandes síndromes geriátricos que reconoce múltiples etiologías, desde infecciones urinarias a trastornos cognitivos, pérdida de motivación e incontinencia técnica causada por barreras arquitectónicas. La SEMEG demanda más información para ayudar en la prevención y evitar la marginación de los ancianos que la sufren. “Los geriatras insistimos que esta patología se cura en un elevado número de casos con intervención del urólogo a través de cirugía, del terapeuta ocupacional y del fisioterapeuta. En los casos más complejos puede reeducarse al afectado en horarios miccionales para que la incontinencia interfiera lo menos posible en sus hábitos de vida: reuniones con amigos, asistencia a espectáculos, viajes, etcétera”, concluye el experto.