El garrafón casi no existe
El inspector llega sin avisar a un local nocturno, se identifica y solicita la botella de güisqui que está empezada detrás de la barra. Su contenido lo divide en tres partes. Una se la entrega dentro de un frasco de vidrio al dueño del establecimiento. Otra se la guarda en un envase similar para llevarla al laboratorio, junto a la tercera, la propia botella con el líquido restante. Cada fracción se introduce en bolsas individuales precintadas, los presentes firman y se levanta un acta de la intervención. Así comienzan las investigaciones que el organismo municipal Madrid Salud realiza regularmente para detectar posibles fraudes en las bebidas alcohólicas. Los inspectores, además de tomar las muestras, revisan los albaranes, las facturas, los almacenes y otras dependencias del local, e incluso la basura. La ausencia de determinadas marcas en los contenedores de vidrio podría indicar que algunas botellas se están reutilizando o rellenando.
En contra de lo que mucha gente piensa, en pocos bares de copas se sirven bebidas de garrafón. Al menos así lo reflejan los datos del Laboratorio de Salud Pública del Ayuntamiento de Madrid, que apenas detecta adulteración en el 1 % de las muestras que analiza. En cualquier caso, la ciencia pone a disposición de la ciudadanía sus herramientas para confirmar que el contenido de una botella es lo que indica la etiqueta.
En cualquier caso solo se detecta fraude en el 1 % o menos de los análisis que se realizan, según confirma Alberto Herranz, el director del Laboratorio de Salud Pública de Madrid. En los últimos tres años se han examinado anualmente unas 140 muestras y prácticamente todas se correspondían con la bebida original que marcaba la etiqueta.
“No nos suelen creer, pero los resultados son estos”, comenta Herranz, quien recuerda que en los años 80 la situación era muy distinta. “Entonces, con la ayuda de los programas de ordenador del CSIC encontrábamos un porcentaje de fraude impresionante, de hasta el 40 %”. La sustitución de güisquis escoceses de buena calidad por otros inferiores u otros productos era algo habitual en aquella época.
En aquel contexto comenzaron las campañas sistemáticas de inspección en los locales más sospechosos, una actividad que ha continuado hasta hoy. Para 2012 ya hay programados 120 análisis. “¿Son muchos o pocos?”, se pregunta el director del laboratorio, que también dedica sus recursos a analizar microorganismos, contaminantes, toxinas, alérgenos, residuos de plaguicidas y un sinfín de sustancias en los alimentos.
Herranz también anima a denunciar. “Aquellos consumidores que estén seguros de que un establecimiento sirve bebidas fraudulentas pueden formular la correspondiente denuncia a través de las Juntas Municipales de Distrito, del teléfono de atención al ciudadano o incluso viniendo directamente al laboratorio”. Eso sí, no se puede traer una muestra directamente, porque el propio denunciante podría haberla alterado. Son los inspectores los que tienen que verificar la información.
“Después, en el laboratorio realizamos dos tipos de comprobaciones: por una parte, confirmar que los parámetros físico-químicos de la muestra están dentro de los que establece el reglamento de bebidas espirituosas; y por otra, verificar que el contenido de los envases de marca se corresponden con lo que indica la etiqueta, es decir, que son bebidas genuinas”, explica Francisco Alarcón, técnico superior del Laboratorio de Salud Pública.
Inicial, contradictorio y dirimente
El científico aclara por qué se toman tres fracciones durante la inspección. La que ellos analizan es la denominada ‘inicial’, que se obtiene directamente del interior de la botella intervenida. La parte que dejaron en un frasco precintado en el bar o la discoteca es el ‘contradictorio’. Este contenido lo pueden utilizar los propietarios del local para realizar un contraanálisis si no estuvieran de acuerdo con los resultados del Laboratorio de Madrid Salud. Esta institución, no obstante, pone a disposición sus equipos por si le hicieran falta al perito que elija el dueño del establecimiento.
Si los resultados de los dos análisis coinciden y se confirma el fraude, se tramita la correspondiente sanción. Las penas pueden ir desde una multa, al cierre del local o incluso la cárcel por atentar contra la salud pública. Pero si son discrepantes, entra en juego el tercer frasco: el ‘dirimente’. Su contenido -el mismo que el de los otros dos envases- lo analiza de forma independiente el Laboratorio Arbitral Agroalimentario, dependiente del Ministro de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente.
Las penas pueden ir desde una multa al cierre del local o incluso la cárcel por atentar contra la salud pública
“Es muy poco habitual recurrir a los dirimentes, aunque todos los conservamos en un almacén por si hicieran falta”, señala Alarcón, “y tampoco es frecuente que los industriales o propietarios del bar recurran a los ‘contradictorios’ porque, además, la mayoría de las muestras se corresponden con lo que indican las etiquetas”.
Solo en algunos pocos encargos que llegan desde los juzgados, la Policía Nacional o la Guardia Civil, se suele confirmar el fraude. De hecho los cuerpos de seguridad a veces desmantelan laboratorios ilegales de rellenado y distribución de bebidas alcohólicas, como sucedió a finales de noviembre de 2011 en Badalona (Barcelona). En cualquier caso este tipo de muestras son poco frecuentes. Lo habitual es que las traigan los inspectores.
Cuando llega el material al Laboratorio de Madrid Salud lo primero que comprueban los científicos es que la botella requisada sea igual que la original: dimensiones, vidrio, tapón, dosificador -que no esté perforado, con la bolita en su sitio-, precinto de hacienda legal, etiquetas correctas, bandas características si las tiene, y se pone especial atención en el número de lote. A veces este viene rayado.
Los tres análisis fisico-químicos
Después se realizan los análisis físico-químicos, que consisten en la determinación de tres parámetros: grado de alcohol, color y componentes volátiles. El primero se obtiene con un destilador automático y un densímetro digital. Cuando aparecen muestras con un grado de alcohol superior o inferior al que indica la etiqueta suele ser porque se ha añadido etanol o agua, respectivamente, a la bebida.
Respecto a la valoración del color, se aplica sobre todo a los güisquis, brandys y rones oscuros, puesto que las distintas marcas presentan tonalidades características. Para esta prueba se coloca el líquido en una pequeña cubeta de cuarzo y se somete a la luz que emite un espectrofotómetro con una longitud de onda de 420 nanómetros. Después se compara con el patrón de referencia: si la absorbancia es superior al patrón, se ha añadido colorante o caramelo, y si fuera inferior -lo más habitual-, agua.
Alarcón subraya la importancia de trabajar con los patrones de referencia para realizar las comprobaciones. Los proporciona el propio fabricante o los consiguen a través de la Federación Española de Bebidas Espirituosas. “A veces mandamos correos electrónicos con fotografías e incluso alícuotas al fabricante -a Escocia o República Dominicana, por ejemplo-, para confirmar la ‘genuidad’ de las muestras y que los resultados están dentro de los márgenes de tolerancia permitidos”.
La tercera prueba es la determinación de los componentes volátiles (aldehídos, ésteres, metanol y alcoholes superiores) por cromatografía de gases. Los datos aparecen en forma de gráfica con picos, en el que cada uno se corresponde con un compuesto. Al comparar con el patrón, si, por ejemplo, sale un alcohol que no debería estar, es que se ha producido una adulteración en la bebida.
Pero, en cualquier caso, los expertos insisten en que el fraude en las bebidas alcohólicas en España no es algo habitual, a diferencia de lo que ocurre en otros países, como Rusia o India, donde este mes han muerto más de 130 personas por consumir licores adulterados en el estado de Bengala.
En nuestro país, lo que a menudo se denomina bebida de garrafón, aunque exista, también puede estar relacionado con otros factores: desde la tolerancia de cada persona a los sabores o a las bebidas, hasta un vaso mal lavado con restos de detergente. Aun así, para aquellos desconfiados, la posibilidad de la denuncia siempre va a estar ahí. Los inspectores y los científicos están deseando cumplir con su trabajo.
Garrafón de la República Checa: peligro de muerte
Ante la existencia de una red dedicada a la adulteración con etanol que ha provocado cerca de una treintena de muertes desde comienzos de septiembre, FACUA-Consumidores en Acción recomienda no consumir bebidas alcohólicas de más de 20 grados fabricadas en la República Checa, así como prohibir la importación y retirar del mercado licores con más de 20 grados. FACUA ha dirigido este jueves una carta a la ministra de Sanidad, Ana Mato, pidiéndole que prohíba la importación de estos productos y trabaje con las comunidades autónomas en la retirada preventiva de los existentes en el mercado español. El Gobierno checo ha anunciado que impediría la exportación, pero es posible que los licores que ya estaban circulando por distintos países entren en España. Lašský, AB Style, la ginebra Borovicka, el vodka Lunar y el licor de melocotón Merunka son algunas de las marcas adulteradas.
La asociación advierte que la regulación del etiquetado en la Unión Europea no obliga a informar del país de procedencia en las etiquetas, lo que dificultará a los consumidores la identificación de los productos. Este caso pone de manifiesto que es necesario modificar la legislación para reducir los riesgos.
Algunas de las marcas con lotes adulterados
Entre las marcas de las que se han vendido lotes adulterados están los rones Lašský y AB Style, la ginebra Borovicka, el vodka Lunar y el licor de melocotón Merunka.
La Comisión Europea ha emitido una recomendación a la República Checa para que paralice la exportación de las bebidas, que ha sido cumplida. Pero FACUA considera que Bruselas debe decretar la prohibición preventiva de la circulación de estos productos e instar a todos los Estados miembros a que se retiren de los comercios.
Cerca de 30 muertos
Desde el 6 de septiembre han fallecido ya veintitrés personas en el país y otras cuatro en Polonia tras la ingesta de licores adulterados. A los fallecidos se suman decenas de hospitalizados en la República Checa, Eslovaquia y Polonia, primeros países en prohibir la importación de alcohol checo de alta graduación.
El 14 de septiembre, el Gobierno checo ordenó la retirada del mercado y prohibió la venta de estas bebidas como medida de precaución mientras trabaja en la desarticulación de una red dedicada a la adulteración de alcohol y en confirmar cuáles son exactamente los productos afectados.
Más de 20 millones de botellas han sido retiradas de los establecimientos. El 26 de septiembre se permitirá la venta de botellas con un nuevo sello oficial, de color rojo (actualmente es verde y gris), que avalarán su seguridad, pero FACUA advierte que es muy fácil de falsificar, como ha señalado también la patronal europea de fabricantes de licores.
Ya han sido arrestadas más de veinte personas en la República Checa bajo la acusación de producir o distribuir bebidas en las que el etanol ha sido sustituido por metanol, al parecer procedente de líquido limpiaparabrisas anticongelante importado de Polonia.
Ron, ginebra y vodka
La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) advierte, por su parte, que las alertas han saltado en toda Europa ante este caso que ha ocurrido en la República Checa, Eslovaquia y Polonia, donde se ha comercializado alcohol adulterado con metanol, una sustancia tóxica.
El ron, la ginebra y el vodka son los principales sospechosos y la Comisión Europea ha informado a los Estados miembros. Algunas agencias ya han recomendado que se evite beber alcohol proveniente de esta zona del continente. En la República Checa se ha prohibido la venta de cualquier bebida con más de 20º de alcohol y en Polonia la de las importadas de Chequia.
Ceguera
La alerta está justificada: en dosis bajas el metanol tiene los efectos de una fuerte borrachera (náuseas, vértigo, pérdida de equilibrio) pero en dosis altas puede causar ceguera e incluso la muerte. Decenas de personas han sido acusadas de adulterar el alcohol con metanol (las primeras investigaciones apuntan a que el metanol se obtuvo de un líquido anticongelante para limpiaparabrisas).
Al ser productos elaborados en la Unión Europea, no existe la obligación de que en la etiqueta figure el lugar de fabricación, lo que puede dificultar que un consumidor descubra si un determinado licor proviene de República Checa, Eslovaquia o Polonia. Por el momento, nada parece indicar que las bebidas bajo sospecha hayan sido comercializadas en España.
El whisky, el ron, la ginebra, el vodka y el brandy-coñac se encuentran en esta categoría de bebidas con más de 20 grados de alcohol. También algunos licores de frutas o hierbas, como el Becherovka, bebida tradicional checa de 38º que se vende habitualmente como souvenir para los turistas que visitan Europa Central. No hay ningún peligro si hablamos de cerveza, vino o sidra.
Porcentaje alcohólico de las bebidas más habituales
Cerveza: 2,5 %-5 % Sidra: 5 %-6 % Vino: 10 %-15 % Vermouth: 15 %-18 % Vino de Jerez: 16 %-22 % Anís: 29 %-32 % Crema de licor: 30 % Whisky / Ron / Ginebra: 40 % Coñac: 40 %-47 %