El falso mito de Moby Dick

El falso mito de Moby Dick
NOTICIA de Javi Navarro
26.06.2010 - 11:06h    Actualizado 28.04.2023 - 08:32h

Cuando el escritor estadounidense Herman Melville escribió en 1851 la novela Moby Dick nunca imaginó que el cachalote se fuera a convertir en el “monstruo marino” en el que se convirtió. La reputación de la gran ballena blanca, que también protagonizó varias adaptaciones al cine de la novela, sobre todo junto al actor Gregory Peck en 1956, e interpretó el papel de “Monstro” en la película de Disney Pinocho en 1940, se remonta al Antiguo Testamento con la bestia marina Leviatán.


Cada año el cachalote (Physeter macrocephalus), un mamífero marino que puede medir hasta más de 20 metros de longitud, visita las aguas españolas aunque permanece en sus profundidades. Su gran tamaño -es el animal con el mayor cerebro- y sus dientes le otorgaron en siglos pasados una mala fama de la que no es merecedor. Cazado y perseguido por el ser humano hasta los años ’70, sus poblaciones son ahora vulnerables y claman su conservación.


La pesca y captura de estos odontocetos (cetáceos con dientes) a partir del siglo XVIII fue la evidencia de su histórica mala fama. Hasta el siglo XX, tanto el espermaceti (también conocido como “esperma de ballena” que se obtiene en las cavidades del cráneo) utilizado para cosméticos, velas y lámparas de aceite, entre otros, y el aceite de cachalote, obtenido de la grasa corporal, eran muy codiciados por los balleneros en esa época.

“En España se cazaron cachalotes tanto en aguas de Gibraltar como de Galicia”, afirma Juan Antonio Raga, investigador en la Unidad de Zoología Marina del Instituto Cavanilles de Biodiversidad y Biología Evolutiva de Valencia. En la actualidad, y desde la moratoria de 1989 establecida por la Comisión Ballenera Internacional (CBI) que estos días celebra su 62º reunión anual, sólo Japón caza cachalote con permiso científico (diez animales por año) e Indonesia (pocos animales como captura aborigen).

Sin embargo, el objeto de debate de esta reunión celebrada en Agadir (Marruecos) ha sido la propuesta de algunos países como Japón, Islandia, Rusia, Dinamarca y Noruega de eliminar la moratoria y reanudar las capturas de las ballenas por cuotas. Ante las divergencias existentes entre los países partidarios de la caza y los conservacionistas, esta decisión se ha aplazado a 2011.

A pesar de la prohibición de la captura comercial de los cetáceos, los cachalotes se enfrentan a “capturas accidentales, especialmente con artes de pesca que producen la muerte de animales en muchas regiones incluido el Mediterráneo”, advierte el investigador. Éstas no son sus únicas amenazas.

La frágil situación del cachalote

Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), la especie es considerada como “vulnerable” y su situación se incluye en el Apéndice I de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) y en los Apéndices I y II de la Convención sobre la Conservación de las Especies Migratorias de Animales Silvestres (CMS). “La legislación española también la considera como una especie vulnerable”, apunta el biólogo. En EE. UU. está considerada en “peligro de extinción”.

En la actualidad, se estiman unos 360.000 cachalotes en todo el mundo, “lo que supone aproximadamente un 29 % de la población mundial antes de la caza comercial”, recoge Raga. Además, de la caza y las capturas accidentales, la contaminación química y acústica afectan a estos mamíferos, “al igual que la ingesta de basuras (sobre todo plásticos) presentes en el mar”, añade el científico.

Otra de sus grandes amenazas y que en parte ha contribuido a su reputación de “monstruo marino devorador de barcos y hombres del mar” son las colisiones con grandes embarcaciones. En el siglo XVIII y XIX los cachalotes eran capaces de hundir un barco.

El caso más famoso fue el del barco ballenero Essex procedente de la isla de Nantucket en Massachussets (EE. UU.) que medía 87 metros de eslora, y que fue atacado y hundido por un cachalote en aguas del Océano Pacífico en noviembre de 1820. Sólo ocho marineros sobrevivieron en botes salvavidas o en islas del Pacífico sur. El último superviviente fue rescatado en abril de 1821. Esta tragedia fue la que inspiró la novela de Melville.

Sin embargo, en la actualidad, los choques con grandes embarcaciones, “sobre todo las más rápidas”, provocan muertes en distintas regiones del mundo. En España estos incidentes suceden “en aguas de las Islas Canarias”, informa el investigador.

Por sus amenazas y la acción, a veces indirecta, del ser humano, la conservación de estos mamíferos es necesaria, aunque históricamente su imagen fue desprestigiada en la memoria popular. A pesar de la literatura y el cine, la realidad del cachalote desmiente el mito de monstruo del mar. Ahora cachalotes y ballenas han pasado a considerarse las especies abanderadas de la biodiversidad de los mares.

PERFÍL DEL CACHALOTE:

Número de individuos: Se calculan unos 360.000 individuos en todo el mundo; el 29 % de la población mundial antes de su caza comercial.

Localización en España: Se encuentran en aguas profundas entorno a las Islas Azores e Islas Canarias, y en el Mediterráneo en Baleares, Sicilia y Creta.

Tamaño: Es el animal dentado más grande del mundo. Un macho cachalote puede llegar a medir 20,5 metros de longitud y pesar 57 toneladas. Su cabeza mide el tercio de su longitud total y su cerebro es mayor al de cualquier animal moderno o extinto. Pesa ocho kilogramos.

Esperanza de vida: Puede vivir hasta los 70 años o más.

Crías: La gestación dura entre 14 y 16 meses y sólo nace una cría.

Alimentación: Como posee dientes (que pueden pesar hasta un kilogramo cada uno), se alimenta de peces, pulpos, rayas y calamares (calamar gigante y calamar colosal) y puede sumergirse hasta los 3.000 metros de profundidad para capturarlos.

Amenazas: La caza por parte de algunos países, las capturas accidentales, la contaminación química y acústica, la ingesta accidental de basura, y las colisiones con grandes embarcaciones.

Conservación: Su estado es vulnerable. En EE. UU. está en peligro de extinción.



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