‘Cosas del Surrealismo’, en el Guggenheim

'Cosas del Surrealismo', en el Guggenheim
NOTICIA de Javi Navarro
01.03.2008 - 19:34h    Actualizado 31.01.2023 - 10:47h

surrealismo.jpgEl Museo Guggenheim Bilbao presenta este invierno una de las exposiciones temporales más relevantes del año 2008: Cosas del Surrealismo, patrocinada por BBVA. Se trata de la primera muestra que explora la influencia de uno de los más importantes movimientos del siglo XX en el mundo del diseño, incluyendo la pintura, el teatro, el diseño de interiores, la moda, el cine, la arquitectura, el mobiliario y la publicidad.

Con unos 250 objetos, provenientes de colecciones públicas y privadas de todo el mundo, algunos de ellos exhibidos en esta muestra por primera vez, Cosas del Surrealismo, exposición organizada por el Victoria and Albert Museum de Londres, llega al Museo Guggenheim Bilbao, coproductor de la muestra, después del gran éxito de público y crítica cosechado en sus dos anteriores sedes: el Victoria and Albert Museum de Londres y el Museum Boijmans Van Beuningen de Rotterdam.

La totalidad de la tercera planta del Museo diseñado por Frank Gehry se transforma por medio de una escenografía inspirada en las apasionantes y sorprendentes puestas en escena de los propios surrealistas, que ha sido diseñada especialmente para Bilbao por el equipo de arquitectos londinense Metaphor. El visitante podrá contemplar, a través de esta espectacular puesta en escena, el desarrollo y trayectoria del movimiento artístico de vanguardia más influyente del siglo pasado, fruto de la ideología política de Karl Marx y del psicoanálisis de Sigmund Freud, en un recorrido por los trabajos más singulares y reconocidos de sus principales protagonistas: Salvador Dalí, René Magritte, Jean Arp, Joan Miró, Giorgio de Chirico, Isamu Noguchi, Eileen Agar, Jean Michel Frank, Frederick Kiesler o Max Ernst, entre otros.

Dividida en cinco secciones temáticas -“El ballet”; “El Surrealismo y el objeto”; “La naturaleza se vuelve extraña”; “La exposición del cuerpo”; y “El interior ilusorio”-, esta muestra subraya la evolución que experimentó el Surrealismo desde su nacimiento como movimiento artístico de vanguardia políticamente radical hasta convertirse en un fenómeno cultural, que transformó el mundo del arte, el diseño, la moda, la publicidad, el diseño de joyas, la fotografía, el cine, y las artes decorativas en tan sólo una década, y que incluso, hoy día, sigue ejerciendo una importante influencia en muchos campos.

El propio Salvador Dalí, uno de los artistas más controvertidos de este movimiento, cuyo compromiso con el mundo comercial le generó una serie de tensiones con el grupo Surrealista original, resumió así su deseo de crear objetos: “Trato de crear cosas fantásticas, cosas mágicas, como en un sueño. El mundo necesita más fantasía. Nuestra civilización es demasiado mecánica. Podemos convertir lo fantástico en real, transformándolo en más real que lo que realmente existe.”

No fue el único artista cuestionado por el movimiento por su relación con el mundo comercial. Cuando Joan Miró y Max Ernst crearon una serie de diseños de decorados y vestuario para los Ballets Rusos, André Breton, fundador del movimiento, y uno de los máximos defensores de mantener intacto el primigenio espíritu del Surrealismo como un movimiento estético que utilizaba técnicas automáticas para reflejar el mundo onírico, orquestó hacia ellos una crítica feroz.

Otra de las figuras responsables de la diseminación ideológica del movimiento es el millonario británico Edward James, mecenas de Magritte y de Dalí, que transformó su vivienda, la Casa Monkton, en un auténtico sueño surrealista y participó en la configuración de algunos grandes legados del Surrealismo, como el Sofá en forma de los labios de Mae West, los teléfonos langosta y, seguramente también, el juego de té de guantes rosas, que pasaron a formar parte de la decoración de este singular entorno.

Con el objetivo de reflejar cómo, pese a sus discrepancias, la mayoría de los artistas asociados con el Surrealismo desarrollaron trabajos en otros medios, la muestra presenta, junto a pinturas de artistas como René Magritte, Max Ernst, Salvador Dalí o Yves Tanguy, algunos objetos que se han convertido en auténticos iconos de este movimiento: como los ya nombrados Sofá en forma de los labios de Mae West (1938) alTeléfono Langosta (Teléphone-homard, 1938) de Dalí, sin olvidarse de las creaciones de la genial diseñadora de moda Elsa Schiaparelli, como sus vestidos de noche Desgarro o Esqueleto (ambos de 1938), o la recientemente descubierta Mesa con patas de ave (Tisch mit Vogelfüssen, 1939) de Meret Oppenheim. Entre las obras más destacadas de la exposición también se encuentran los diseños de vestuario y las creaciones escénicas de Giorgio de Chirico para El Baile (Le Bal, 1929) de Serguei Diaghilev; la obra Venus de Milo con cajones (Venus de Milo aux Tiroirs, 1936/64) de Salvador Dalí; la Carretilla (Brouette, ca. 1937) de Óscar Domínguez; la recientemente descubierta Jaula surrealista (1937), obra de Jean-michel Frank para la boutique de Elsa Schiaparelli de la Place Vendôme de París o la Cama-jaula con biombo (Lit-cage et son Paravent, 1974) de Max Ernst.

Ghislaine Wood, comisaria de la exposición y conservadora del Victoria and Albert Museum comentaba recientemente en la inauguración de la muestra en Londres: “El movimiento surrealista produjo algunos de los objetos visualmente más intrigantes del siglo XX. Se apoderó de la imaginación popular y su fuerza hoy sigue estando vigente.”

En el Museo Guggenheim Bilbao, tercera sede internacional de la muestra, se rendirá especial tributo al legado de dos destacados protagonistas de este movimiento: por un lado, Salvador Dalí, cuya dilatada producción ocupará una posición destacada a lo largo de toda la exposición, con cerca de una treintena de obras distribuidas en las distintas secciones. Por otro, Peggy Guggenheim, quien reunió una de las colecciones más importantes de arte surrealista, presentada en el año 1942 en el museo/galería llamado Art of This Century, situado en el centro de la vanguardia neoyorquina. La exposición acoge una maqueta a escala de este singular espacio, diseñado por el visionario arquitecto Frederick Kiesler. Hoy, la colección personal de Peggy Guggenheim, que cuenta con relevantes ejemplos del Surrealismo, es parte integral de la Colección Permanente de los Museos Guggenheim desde la década de los setenta y se muestra en un palacio en Venecia cuyas puertas se abrieron al público en 1951.

A lo largo del recorrido se enmarcan históricamente las exposiciones y los acontecimientos más destacados del movimiento Surrealista. Como complemento a la exposición, un espacio didáctico contextualiza y describe la historia del movimiento mediante textos e imágenes educativas. La sección Didaktika pone, además, a disposición del visitante un interactivo donde se podrán consultar las obras clave del Surrealismo, una selección de música vinculada al movimiento y archivos de audio originales con testimonios en primera persona de los artistas surrealistas más representativos como André Breton, Man Ray, Salvador Dalí y Tristan Tzara entre otros. Finalmente, por medio de talleres se darán a conocer los procesos creativos y técnicas de trabajo más desarrolladas por estos artistas y participar en un juego colectivo de elaboración llamado “cadáver exquisito”, creado y popularizado -a partir de un antiguo entretenimiento de salón- por los miembros de la corriente surrealista.

Dali-james_Mae-west-lips.jpg La exposición
El término Surrealismo fue acuñado en 1917 por el crítico de arte y poeta Guillaume Apollinaire. En 1924 André Breton lo utilizó para describir un movimiento políticamente radical que aspiraba a cambiar la percepción del mundo.

Durante los años treinta el Surrealismo traspasó los límites de lo que era un movimiento artístico radical de vanguardia y llegó a influir en diferentes ámbitos como el teatro, el diseño, la moda y la publicidad. Para algunos, la asimilación del Surrealismo por parte del mundo comercial debía ser algo aceptado e incluso celebrado, mientras que para otros iba en contra de los principios políticos del movimiento.

Cosas del Surrealismo es la primera muestra que analiza la forma en la que la mayoría de los artistas surrealistas se fueron introduciendo en el mundo del diseño y, de la misma forma, cómo los diseñadores se sirvieron del Surrealismo como fuente de inspiración.

El Ballet El mecenazgo de los Ballets Rusos supuso una oportunidad para muchos artistas de la vanguardia de introducirse en el mundo del diseño, puesto que ponía a su disposición nuevas y estimulantes posibilidades para construir un mundo de ilusión. Por ello, no es de extrañar que atrajera a algunos de los artistas más destacados de los comienzos del Surrealismo como Max Ernst, Joan Miró y André Masson.

El ballet fue también uno de los primeros ámbitos en revelar la amplia influencia del Surrealismo. En 1926, Serguei Diaghilev, director artístico de los Ballets Rusos, encargó a Ernst y a Miró el diseño de los decorados para Romeo y Julieta, lo que en el seno surrealista desencadenó un debate sobre la moralidad de vincular el arte con el mundo comercial. El estreno del ballet en París fue boicoteado por un grupo de personas que silbó, vociferó y lanzó octavillas en las que se podía leer que era ‘inadmisible que las ideas estuvieran a las órdenes del dinero’. Los manifestantes estaban orquestados por André Breton y Louis Aragon, y quizá provocados por el comentario de Pablo Picasso de que aquellos artistas se habían vendido.

Este suceso puso en evidencia la escisión entre la libertad artística y la intención política colectiva. La presión cada vez mayor de la comercialización entraba en conflicto con los principios del Surrealismo.

De los trabajos realizados por los artistas surrealistas para los Ballets Rusos de Montecarlo, la exposición muestra los diseños de vestuario y decorados de Joan Miró para la producción Juegos de niños (Jeux d’enfants) de 1932; los diseños de vestuario y decorados de Giorgio de Chirico para El baile (Le Bal) de 1929; y los de André Masson para Los presagios (Les Présages) de 1933.

El Surrealismo y el objeto
La práctica surrealista durante los años veinte se centró básicamente en la exploración de técnicas automáticas de escritura, dibujo, collage y pintura. Durante los primeros años de la década de 1930 surgieron nuevos debates en torno a un nuevo tipo de práctica: el objeto surrealista. El alejamiento de textos e imágenes para acercarse a objetos construidos fue provocado por la necesidad de involucrarse directamente en el mundo material: el mundo de los objetos y de la comercialización. Parecía que el objeto surrealista podía representar las complejidades y contradicciones de la vida moderna.

Instigados por Salvador Dalí, algunos artistas comenzaron a crear objetos surrealistas. Uno de sus recursos básicos consistió en contraponer a la creación de obras escultóricas compactas objetos nuevos, realizados a partir de otros ya existentes y, con frecuencia, pasados de moda. Estas extrañas yuxtaposiciones forzaban nuevos significados que aludían a sueños o deseos subjetivos.

Pese a que su intención era criticar la cultura de consumo, la llegada del objeto surrealista permitió una mayor asimilación popular de las ideas de este movimiento. El uso de productos de consumo apuntaba a la posible utilización del lenguaje surrealista en las artes aplicadas y decorativas, mientras que la yuxtaposición de elementos diferentes abría nuevas posibilidades de soluciones formales en el campo del diseño.

En esta sección de la exposición se podrán contemplar trabajos como la escultura de Dalí Busto de mujer retrospectivo de 1933; El espectro de la gardenia (Le Spectre du Gardenia, 1936), de Marcel Jean; la Carretilla (Brouette, ca. 1937) de Óscar Domínguez; y la fotografía de Man Ray de 1937 Modelo reclinada sobre la Carretilla de Óscar Domínguez.

La naturaleza se vuelve extraña
La naturaleza, uno de los temas fundamentales del Surrealismo, ofrecía un rico potencial de formas y motivos que fueron rápidamente adaptados para ser utilizados en el campo del diseño. Los surrealistas los extrajeron de fuentes diversas como los libros de ciencias naturales del siglo XIX, el modernismo y las nuevas tecnologías como la microfotografía y el cine. Dotaron a la naturaleza de características psicológicas y subjetivas; en particular, la naturaleza representaba el concepto surrealista de lo “maravilloso”, convirtiéndose así en metáfora del subconsciente. Este nuevo simbolismo, junto al desarrollo del biomorfismo como rama estética del Surrealismo, trajo consigo durante los años treinta la adopción por parte de numerosos artistas y diseñadores de un lenguaje de la forma orgánica.

Hans (Jean) Arp fue el primero en desarrollar formas biomorfas curvilíneas semejantes a plantas o amebas que no tardaron en integrarse en todos los ámbitos del diseño a finales de los años cuarenta y comienzos de los cincuenta. El bioformismo, conocido también como “forma libre”, denotaba asociaciones con lo subjetivo, pero también se convirtió en símbolo de tranquilidad y seguridad en plena era nuclear.

En esta sección de la exposición se presentan extraordinarios ejemplos surrealistas como Cabeza y concha (Tête et Coquille, ca. 1933) de Jean Arp; los Pendientes para Peggy Guggenheim de Yves Tanguy (ca. 1938); el Móvil de Alexander Calder (1941); el Jarrón de 1944 de Joan Miró y Artigas; el Sofá en forma de nube (1948) de Isamu Noguchi o la Mesa (1949) de Carlo Mollino.

La exposición del cuerpo
La representación del cuerpo, y especialmente la del cuerpo femenino, proporciona un hilo conductor a las exposiciones, exhibiciones públicas y actividades comerciales de los artistas surrealistas. Se convirtió en objeto de un intenso análisis: desmembrado, fragmentado, profanado, erotizado y ensalzado en pro de una serie de preocupaciones sexuales, sociológicas y psicológicas. El cuerpo era universal, aunaba la esfera física con la psicológica y permitía explorar la sexualidad como una faceta de la modernidad.

Es importante destacar que el cuerpo también fue un agente fundamental en la comercialización del Surrealismo. La moda puso en contacto directo el cuerpo con el producto. A través de la iconografía y la fotografía de moda, fue fetichizado, erotizado y transformado hasta ser irreconocible. Los mecanismos de promoción de la moda (escaparates, exposiciones, publicidad y revistas) garantizaban la generalización de esta visión nueva y surrealista del cuerpo.

En esta sección la muestra presenta obras como las fotografías de Autorretrato (1928) de Claude Cahun, o Muñeca (La poupée, 1938) de Hans Bellmer; los vestidos Desagarro o Esqueleto, de Elsa Schiaparelli, ambos de 1938; laVenus de Milo con cajones (Venus de Milo aux Tiroirs, 1936/64), de Salvador Dalí o su extraordinario broche Estrella de mar (Étoile de mer) de 1950.

El interior ilusorio
El interior doméstico se convirtió en un tema esencial del Surrealismo y resultó sumamente atractivo para varias mujeres surrealistas como Leonor Fini, Leonora Carrington, Toyen (Marie Cerminova) o Dorothea Tanning. En el contexto del análisis freudiano de los sueños, el hogar ya no sólo significaba lo doméstico y la seguridad, sino que se investía de todo un abanico de significados inquietantes y cargados de sexualidad que fascinaban a los surrealistas. Ofrecía toda una serie de estructuras interconectadas -desde el sótano y las escaleras hasta la puerta y el ático- que simbolizaban escenarios tanto psíquicos como físicos. Por ejemplo, en la Interpretación de los sueños de Sigmund Freud, subir una escalera se interpretaba como una cópula.

Los surrealistas rechazaban la visión racionalista y la orientación tecnológica del hogar, y exploraron toda una variedad de enfoques subjetivos. Ensalzaban su capacidad para transmitir la huella histórica de sucesos, contenidos y moradores anteriores, y dotaron de nuevos significados a los objetos viejos. Al combinar lo antiguo, lo nuevo y lo extraño crearon un entorno multirreferencial que contrastaba fuertemente con las ideas imperantes en el diseño moderno. El ático de Carlos de Beistegui en París y la Casa Monkton en Sussex (Inglaterra) de Edward James representan los arquetipos del estilo surrealista, pues combinaban muebles antiguos y modernos, objetos extraños y elementos humorísticos.

El grupo de pinturas que se muestra en esta sección revela cómo las diferentes preocupaciones psicológicas gobernaron la concepción del hogar y cómo el Surrealismo dio forma verdaderamente a interiores reales. Entre estas obras se cuentan Pareja con la cabeza llena de nubes (Un couple aux têtes pleines de nuages, 1936), de Salvador Dalí; Prohibida su reproducción (La réproduction interdite, 1937) de René Magritte; la Pequeña serenata nocturna (Eine Kleine Nachtmusik, 1943) de Dorothea Tanning; o La casa de enfrente (The House Opposite, 1947) de Leonora Carrington. El visitante también podrá contemplar en esta sección algunos de los objetos surrealistas más reconocidos como el Teléfono afrodisíaco blanco de Dalí (1938), su famoso Sofá en forma de los labios de Mae West o el Jarrón de Alberto y Diego Giacometti de ca. 1937.



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