20 años de los motores TDI

20 años de los motores TDI
NOTICIA de Javi Navarro
17.06.2009 - 14:55h    Actualizado 07.02.2023 - 15:03h

Desde su primera aparición en un Audi 100, las siglas TDI identifican a los vehículos Audi con motor diésel turboalimentado de inyección directa, y se han convertido en sinónimo de economía, fiabilidad, bajas emisiones, potencia y prestaciones. Una superioridad técnica tras la que existen dos décadas de éxitos, innovación y progreso. Todo empezó en el Salón de Fráncfort de 1989 con la presentación de una tecnología revolucionaria que marcaría para siempre la historia del motor diésel, que por aquel entonces celebraba su centenario.

En sus orígenes el motor diésel se utilizaba principalmente en máquinas estáticas destinadas a la producción industrial. Desde la primera patente de Rudolf Diesel en 1893 hasta su primera aparición en un vehículo industrial transcurrieron veinte años, y fueron necesarios otros diez más para que se utilizara por primera vez en un turismo. Hasta que llegó ese momento, para los agricultores y los profesionales del transporte, la robustez, el bajo consumo y la longevidad de los motores diésel compensaban de sobra el hecho de que se tratara de motores demasiado lentos, ruidosos y sucios. Eran motores con precámara, un diseño necesario debido a que no existían sistemas de inyección capaces de conseguir presiones suficientes para inyectar directamente el combustible en la cámara de combustión. Pero este sistema tenía muchas desventajas debido principalmente a las pérdidas termodinámicas que se producían en el flujo de los gases.

Llega la inyección directa
No fue hasta los años cincuenta cuando los motores de inyección directa empezaron a desplazar en el sector de los vehículos industriales a los motores con precámara de combustión. Con presiones de inyección más elevadas que permitían una buena preparación de la mezcla y, al reducirse las pérdidas por rozamiento y fugas de calor en el proceso de combustión, los motores de inyección directa superaban en economía de consumo a los motores de inyección en precámara hasta en un 20 por ciento.

Este factor fue clave para que, con la primera crisis del petróleo en 1973, el motor diésel recibiera un impulso definitivo en su aplicación para el automóvil, aunque hubo que resolver algunos problemas técnicos para mejorar la rumorosidad, la capacidad para girar a regímenes más elevados, o las elevadas emisiones en los gases de escape. En el año 1974 ya se conseguían presiones de inyección en torno a los 700 bares, más del doble de lo que necesitaban los motores convencionales con precámara. Hasta finales de los años 80 la evolución en cuanto a presiones de inyección no fue muy significativa, aunque el desarrollo de la técnica de sobrealimentación en los motores de inyección indirecta permitió elevar notablemente el rendimiento específico de los motores diésel para turismos, que se acercaron por primera vez a la barrera de los 55 CV (40 kw) por litro de cilindrada.

Revolución TDI: diésel con prestaciones de gasolina
Sin embargo, existe un momento en el que la tecnología consiguió equiparar por primera vez las prestaciones del motor diésel a las de los motores de gasolina. Un momento en el que todo cambió cuando, en 1989, Audi combinó la inyección directa y la sobrealimentación para establecer las bases del motor diésel tal y como lo conocemos hoy en día: potencia eficaz, máximas prestaciones y mínimo consumo; características que distinguen al motor TDI, capaz de alcanzar y superar hoy en día una potencia específica de 85 CV (63 kW) por litro de cilindrada -un rendimiento hasta hace poco sólo al alcance de motores de gasolina con tecnología derivada de la alta competición- con unos consumos y unas emisiones incluso inferiores a las del primer TDI nacido en 1989.

En la actualidad nadie pone en duda el rendimiento de los motores diésel. Su ventaja en consumo frente a los motores de gasolina se puede cifrar en torno a un 30 por ciento, lo que supone unas emisiones de dióxido de carbono (CO2) del orden de un 25 por ciento inferiores. Los avanzados sistemas de inyección, que permiten introducir el carburante pulverizado en finas gotas a una elevadísima presión y con una flexibilidad que posibilita dividir la inyección principal en distintas fases, han sido claves a la hora de mejorar el proceso de combustión y de reducir así los agentes contaminantes que se desprenden en la misma. Los filtros especiales permiten desde hace tiempo tener las partículas bajo control, y los nuevos sistemas de tratamiento de los gases de escape permiten a Audi hablar de motores de muy bajas emisiones, capaces de superar futuras normativas cada vez más restrictivas, que reducirán los límites actuales de emisiones de NOx en un 70 por ciento adicional, lo que supone quedarse en apenas un uno por ciento de lo que se permitía hace 30 años. Es la llegada del “clean diésel”, y una vez más, Audi vuelve a mostrar el camino.

Una tecnología con futuro
Pero estos veinte años de evolución diésel nos hacen preguntarnos cómo será el coche que conduciremos en el futuro, por ejemplo dentro de otros 20 años. En Audi llevamos mucho tiempo invirtiendo grandes sumas en investigación y desarrollo para ir siempre un paso por delante de las necesidades de nuestros clientes, porque la respuesta a esta pregunta es de vital importancia para dirigir bien nuestros esfuerzos. Así nació el primer motor TDI, y así es como ha ido evolucionando hasta convertirse en lo que esas tres míticas siglas significan hoy en día.

El cambio climático y las emisiones de CO2 son actualmente el centro del debate, y el automóvil debe ejercer su papel en el futuro. Sin embargo, la protección al medio ambiente a corto y medio plazo no debe ir dirigida únicamente a buscar la independencia de los recursos fósiles. En Audi trabajamos en soluciones para ofrecer alternativas de movilidad completamente sostenibles, pero estamos convencidos de que el motor de combustión seguirá siendo la principal elección para el automóvil en los próximos 20 años. Hay todavía mucho potencial de evolución. A corto plazo, en el tratamiento posterior de los gases de escape para reducir las emisiones contaminantes, Audi ya ha marcado el camino en este sentido con la tecnología Bluetec, que permite al nuevo motor V6 3.0 TDI ser considerado el diésel más limpio del mundo.

Ahora toca trabajar para el desarrollo de nuevas tecnologías que sienten las bases para la utilización de combustibles de nueva generación, bien producidos de forma sintética, bien procedentes de fuentes renovables. Por otro lado, el motor de combustión seguirá desempeñando un papel fundamental con el avance de los vehículos híbridos: gracias a esta tecnología se pueden conseguir automóviles más limpios y a la vez con mayor autonomía. En este sentido, el desarrollo de los motores diésel y su implantación en el mercado europeo ha supuesto una auténtica revolución en los últimos años, y seguirá dando que hablar en años venideros.



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